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Los editores alertan de la gravedad de aplicar descuentos en los libros

Concluye el tercer congreso del gremio en Bilbao, que ha reunido a 500 profesionales

"Hemos estado marcados, sobre todo, por ese decreto-ley que aprueba los descuentos libres en el precio de los libros de texto. Economía nos ha ninguneado, ni siquiera nos ha permitido el diálogo. El decreto no servirá para abaratar el precio de los libros, sino únicamente a otros fines comerciales, y tendrá consecuencias gravísimas", dijo ayer Josep Lluís Monreal, presidente en funciones de la Federación de Editores, al concluir el III Congreso Nacional de Editores en Bilbao.

Monreal, añadió que las graves consecuencias vendrán "porque se destrozará el tejido de pequeñas y medianas librerías, que son las que transportan el patrimonio cultural de este país", patrimonio que no son los best-sellers, que tanto gustan a las grandes superficies, sino los libros de fondo, que no encontrarán puntos de venta cuando tengan que cerrar las librerías.Fue un adiós amargo el de Monreal, que seguirá al frente de la comisión gestora que sustituye a la dimitida junta directiva de la federación "hasta que las cosas se normalicen". La dimisión en bloque de la junta, el jueves, incomprendida incluso por algunos editores, "ha sido un acto de dignidad", dijo Monreal. "En un santo país en el que no dimite nadie, no tenemos ninguna otra arma en las manos que la dimisión". Con pocas palabras basta. Discreto pero intencionado, el ex presidente de la federación expresó el sentir de la mayoría de los congresistas.

Saben que el secretario de Estado de Cultura, Luis Alberto de Cuenca; el director general del Libro, Fernando de Lanzas, y la propia ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo, comparten y apoyan buena parte de sus tesis, pero ahí siguen, solidarios y al mando de otro ministerio que los "ha machacado", el del "excelentísimo señor don Rodrigo Rato, vicepresidente segundo del Gobierno para Asuntos Económicos y ministro de Economía" y, curiosamente, miembro del comité de honor, como consta en el programa del III Congreso Nacional de Editores.

Hospitalidad

El congreso y los congresistas han capeado vientos y mareas. Por ejemplo, han sorteado el polémico informe de la Academia de la Historia que pone en cuestión la enseñanza de esta materia según las diferentes interpretaciones de las comunidades autónomas. Y lo más difícil aún, la utilización, en las conclusiones, de términos como "Estado español" o "España".

Todos los congresistas aplaudieron al presidente del Gremio de Editores de Euskadi, Javier Gogeascoechea, y a los anfitriones de sus colegas de toda España, que han dado la más cariñosa lección de hospitalidad consiguiendo que el congreso trabajara y se divirtiera. La bienvenida a los participantes en la Sociedad Bilbaína, el Palacio Euskalduna, el Museo Guggenheim y la despedida en el teatro Arriaga hará que los editores no olviden al acogedor Bilbao.

Se han debatido temas importantes y se han tomado decisiones: se creará una comisión para actualizar la definición del libro, tema expuesto en una interesante ponencia de José Manuel Lara Bosch, consejero delegado del Grupo Planeta. Y se ha pedido al Gobierno, entre otras cosas, el apoyo a la creación de las Oficinas del Libro Español (OLE).

Todos los adioses tienen una carga de tristeza. Monreal se emocionó cuando los congresistas, puestos en pie, le aplaudieron largamente para agradecer su gestión; esperaba que los últimos meses fueran tranquilos, pero se ha encontrado con la puñalada trapera de los descuentos ilimitados en los libros de texto. El escritor bilbaíno Jon Juaristi, director de la Biblioteca Nacional, quiso estar al lado de los editores ayer. No habló de precios ni de follones, pero dijo que comparte con las gentes de la edición la "pasión por el libro". Aplausos.

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