Un prólogo largo
El Tour de este año comienza con una contrarreloj de 16,5 kilómetros, un primer test fisiológico serio, revelador del estado de forma de los favoritos. Seguro que un porcentaje no desdeñable de participantes (al menos 15-20% de los mismos, incluyendo sobre todo a jefes de filas y especialistas en la lucha individual contra el reloj) afrontan este primer examen con la máxima motivación y dando lo mejor de sí mismos. En estos casos, esto significa aproximadamente 20 minutos de esfuerzo prácticamente máximo. Veinte minutos agónicos.En términos de intensidad, podríamos comparar este esfuerzo al que realiza un fondista de élite durante una carrera de unos 7 kilómetros. O, dicho con datos objetivos (cifras), este primer esfuerzo exige al corazón latir a un promedio de unas 180 veces por minuto (en un esfuerzo auténticamente supremo el corazón de un ciclista profesional puede llegar a 190-195 latidos por minuto) con el fin de bombear al menos 30 litros de sangre cada minuto, la mayoría de los cuales van a irrigar a los músculos en ejercicio. Y a los músculos de las extremidades inferiores les exige generar una potencia media muy cercana a los 400 vatios (o incluso mayor en los ciclistas más musculosos o en aquellos con un peso corporal en torno a los 70 kilogramos como Armstrong, Olano, Ullrich, Zulle, etc.). La mayoría consiguen mantener esta altísima potencia moviendo desarrollos muy exigentes (con un plato de 54 o 55 dientes) a altas cadencias (90-95 pedaladas por minuto). Y los verdaderos especialistas ahorran todos los vatios que pueden manteniendo la postura más aerodinámica posible. La resistencia del aire, en efecto, es el mayor obstáculo al que se enfrenta el ciclista (un ciclista capaz de generar 400 vatios de potencia gasta 300 vatios en vencer la resistencia del aire).
Tamaño esfuerzo obliga a los músculos en ejercicio (incluidos los músculos respiratorios, los grandes olvidados de entrenadores y profesionales del deporte) a consumir una enorme cantidad de oxígeno, que podríamos cifrar en unos 4 litros de oxígeno por minuto (es decir, en torno a un 90% de su capacidad máxima). Paradójicamente, en este tipo de esfuerzos tan intensos en los que necesitan consumir tanto oxígeno, los músculos también obtienen una gran parte de la energía necesaria para contraerse de una serie de reacciones químicas que no necesitan oxígeno para producirse, y que en conjunto forman lo que conocemos como glucolisis anaerobia. La ventaja de esta vía metabólica es su rapidez. La desventaja es que hay que pagar un alto precio por utilizarla: la producción de acidosis láctica que intoxica a la célula muscular en poco tiempo y le impide contraerse a la velocidad adecuada. Qué mejor ejemplo para ilustrar este hecho que lo que les ocurre a algunos atletas de 400 metros (la prueba de acidosis láctica por excelencia) en la recta de llegada, en la que parecen quedar completamente bloqueados por el esfuerzo.
Alejandro Lucía es fisiólogo.
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