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El sueño amarillo de Iván Gutiérrez

El Tour2000, a través de los ojos deslumbrados de su corredor más joven, el campeón del mundo sub23

Carlos Arribas

Jean Marie Leblanc, grandeza impone, ha convocado a los 180 ciclistas del Tour 2000 en el gran anfiteatro de Futuroscope. Impresionante. Ciclistas, directores, periodistas, comisarios, médicos, prensa. Cientos y cientos de personas. El Tour. En el escenario, Leblanc y sus 11 colaboradores más directos al frente del Tour. En una de las butacas, todo ojos, Iván Gutiérrez, cántabro de 21 años (cumplirá 22 en noviembre), ciclista del ONCE, campeón del mundo contrarreloj sub 23, el más joven del Tour. Debutante.Leblanc y Pescheux, director de carrera, hablan del Tour, de lo bien que está organizado, de cuanta gente moviliza y de lo importante que es el orden y la disciplina. También, objetivo principal de la reunión, pomposamente llamada briefing, recuerda Leblanc lo malo que es el dopaje, la responsabilidad que tienen los corredores de ser buenos porque la credibilidad del ciclismo está en juego y lo tonto que sería aquel que se dopara teniendo en cuenta que este año con los nuevos controles caerán todos los que quieran hacer trampas. Iván Gutiérrez, alto, pelo castaño claro, ojos claros, alucina desde su ingenuidad. "Ya me habían dicho que el Tour era muy grande", dice entrando en el anfiteatro, "pero esto es más de lo que esperaba".

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A su lado pasan las estrellas. El americano ganador del 99, Lance Armstrong, look cool, aire de despreocupación tras las gafas de sol. El alemán Jan Ullrich, menos gordo de lo esperado, grandote, pecoso y pelirrojo; ya concentrado, nervioso y asediado por decenas de cámaras. El italiano Marco Pantani, tranquilo y sonriente, ya afeitada la perilla, ya hombre Tour. Zülle, nervioso e indeciso; Olano y Jalabert se sientan con él, sus jefes en el equipo. Bartoli, con el pelo pintado a lunares; Vandenbroucke, otro moderno elegante; Virenque, ya nada popular, uno más con su traje del Polti; Escartín, Casero, Heras, Julich... Todos los ciclistas importantes están en el Tour. Todos quieren ganarlo.

Concentrado en el pueblo

Iván Gutiérrez no sueña. "No tengo sueños", dice tímido. "No me quiero hacer ilusiones, no sea que luego me quede en nada". Que va, que va. Cuando el lunes le dijo su director, Manolo Saiz, que hiciera las maletas para ir al Tour, estaba Iván en Llorera de Cayón, concentrado en el pueblo pasiego con los demás del equipo, rodeado de vacas y carretera. Y poco más. "Ni me lo creí", dice todavía ahora, con el aire que tiene aquel que todavía sigue sin creérselo. "No, Iván no sueña con el amarillo", refrenda Saiz, pese a que a Iván, magnífico contrarrelojista, le benefician los primeros días, la etapa de hoy en Futuroscope, la contrarreloj por equipos del martes en Nantes. "No, yo tampoco sueño con que pueda vestirse de amarillo", repite Saiz. Y sin embargo se le ve al director cántabro más ilusionado que casi nunca. Un brillo juvenil en sus ojos. La alegría de haber dado con alguien en quien creer. Sí, Saiz recuerda que en 1992 un joven debutante en el ONCE llamado Alex Zülle, se ganó el maillot amarillo en la segunda etapa. "Sí, pero Zülle era otra cosa, un corredor más maduro. Iván viene a descubrir el Tour, a saber lo que es. Como mucho, sueño, mejor, pienso, que puede vestir el maillot blanco de mejor joven. Y para eso también hay muchos candidatos".

Se dice que no es el corredor quien decide, sino que es el Tour el que elige. Dicen los antiguos: el Tour se enamora de los corredores, y ay de aquel, aunque sea bueno, al que el Tour le dé calabazas. Algunos se presentan a la selección como Iván Gutiérrez, que quiere caer bien. Llegó con su bicicleta al anfiteatro y salió dando pedales. "Sé competir y voy a salir a darlo todo", anuncia. Otros aparecen como Roberto Heras, un debutante de 26 años al que se llevaba tiempo esperando en el Tour. "¿El Tour? Pues otra carrera. Somos los mismos que en otras pruebas y la carretera está ahí para todos".

Conocer la carrera

La vía de Iván es la que han seguido unos cuantos antes. Inmersión controlada: conocimiento poco a poco. Primero el llano, la grandeza, el viento, el miedo a las caídas, el comportamiento de los rivales. "Y cuando le veamos cansado, cuando se vea que no recupera de un día para otro, pues a casa. A lo mejor hasta llega a la montaña, al Marie Blanque y a Hautacam". Sin afán de comparación: así se hizo con Induráin en su tiempo.

Terminada la alocución o briefing, Iván se va. Saiz se queda. Hay que discutir más con el Tour. Hay que hablar de la otra realidad del ciclismo, la que mata los sueños de los jóvenes, hay que hablar de la EPO y de poner una fecha de caducidad a las muestras de orina congeladas. Pero eso no le preocupa a Iván Gutiérrez. Lo suyo es más bonito: va a descubrir el Tour.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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