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Entrevista:RAFAEL MONEO | ARQUITECTO

"Algunas de mis ideas no se valoran hasta que otros las usan"

Anatxu Zabalbeascoa

Poco podía imaginar un arquitecto de la experiencia, trayectoria y profesionalidad de Rafael Moneo que un proyecto le iba a traer quebraderos de cabeza de tantos tipos. Tímido, parsimonioso y, seguramente, sorprendido por un revuelo que no ha levantado ninguno de sus anteriores edificios, Moneo lleva mal que se le interrogue acerca de la discutida ampliación del Museo del Prado. No es amigo de las respuestas breves; por eso, el arquitecto navarro se encoge bajo las solapas de su chaqueta cuando se le pregunta por cuestiones políticas. Esa actitud, aparentemente modesta, contrasta con la locuacidad de sus afirmaciones cuando habla de arquitectura. Moneo recibió el miércoles el premio FAD por el que muchos han considerado su proyecto más radical, el Kursaal de San Sebastián. En medios arquitectónicos el premio se ha entendido también como una lanza partida por la profesión en favor del autor de la ampliación del Museo del Prado. Pregunta. ¿Ha sentido el premio como un espaldarazo de los arquitectos?

Respuesta. No tanto. Lo he vivido con profundo agradecimiento. He trabajado 10 años en el proyecto de San Sebastián, que en algún momento ha estado acompañado por polémica, aunque ahora está bien recibido por la ciudad e intensamente utilizado. Al distinguir este trabajo se está refrendando el esfuerzo de tantos donostiarras. Me presenté al premio porque pensé que si se premiaba, muchos donostiarras lo celebrarían.

P. El Auditori de Barcelona, de la misma época que el Kursaal, ha corrido peor suerte en opinión del jurado de los premios.

R. Yo valoro el Auditori. Ocurre que mientras en San Sebastián hay una respuesta muy precisa al medio que parece reclamar la arquitectura que se ha hecho, la situación casi periférica del Auditori hace que las condiciones sean las opuestas. El proyecto de Barcelona nació como una isla para protegerse de un medio que no me atrevería a calificar de hostil, pero casi. El edificio tiene una hermosa sala, comparable a las mejores de Europa. Nació sin programa definido y ha tenido la flexibilidad suficiente para aceptar los cambios que han ocurrido en 14 años de gestación. Entiendo que el Kursaal sea más atractivo, pero el Auditori tiene una densidad que, a mí por lo menos, me interesa.

P. En su manera de desplegarse hacia el mar, el Kursaal recuerda la Opera House de Sidney del que fuera su maestro Jorn Utzon.

R. Siempre he admirado ese proyecto y es cierto que la idea de poner los edificios en una plataforma sobre el mar lo comparte con la Ópera de Sidney. También se trata de dos construcciones, como la obra de Utzon; sin embargo, la piel que envuelve los edificios australianos es más estática que la mía. El Kursaal y el Auditori están unidos por una misma idea: dos salas que tienen que convivir no comparten el foyer. Es un espacio externo el que las relaciona, gracias a una planta inferior de servicios. Eso es algo nuevo tipológicamente. Ideas como éstas pasan inadvertidas hasta que la gente comienza a usarlas. De hecho, esta idea ya ha aparecido en proyectos de colegas muy conocidos y reconocidos que ahora no citaré.

P. El Kursaal es su propuesta alternativa a las dos tendencias arquitectónicas que se dan hoy: la fragmentación y el minimalismo.

R. Efectivamente. Se asienta despiezándose y a la vez es compacto para responder al tejido urbano y a los usos de su interior.

P. Sus últimos proyectos han escrito una progresión hacia formas primarias, rotundas y mudas en las que el revestimiento era fundamental. El proyecto para el Museo del Prado rompe un poco esa línea.

R. Yo no lo entiendo así. Cada edificio plantea unos problemas, y tratar de solucionarlos decide mi arquitectura. El Kursaal y el Auditori son edificios aislados y el Prado es fundamentalmente un agregado. El Prado exige entender la lógica de un crecimiento que lleva a colonizar una nueva área. Su gran atractivo es la dificultad que tiene construir una arquitectura agregada. Puede sorprender menos que los proyectos de Barcelona o San Sebastián, pero si lo resuelvo, para mí no será menos interesante. Hubiera sido pueril por mi parte repetir algunas de las pieles investigadas en el Auditori o el Kursaal.

P. En el proyecto del Prado, ¿le están causando más quebraderos de cabeza los políticos con sus negociaciones o los arquitectos con sus críticas?

R. Los problemas arquitectónicos son serios y, si no se entiende como presunción, me siento satisfecho de hasta donde he llegado. Creo haber afrontado los problemas en toda su integridad, sin buscar un destello arquitectónico que ciegue y oculte las dificultades estructurales que tiene el proyecto. El Prado es todo lo contrario de un proyecto exhibicionista, y eso me interesa mucho. El proyecto final ha tratado de entender lo que algunas personas que no lo entendían completamente me estaban diciendo dentro de la misma estructura e idea que tenía en un principio.

P. ¿Los cambios en el Ministerio de Cultura acelerarán su construcción?

R. No creo. El calendario es el mismo. Comenzarán las obras a principios de año. Todos tenemos mucho interés por seguir adelante.

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