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Putin retrocede en su primer asalto contra los 'oligarcas'

Pilar Bonet

Desde el momento en que Vladímir Putin dijo que la Fiscalía del Estado había actuado con exageración al detener a Vladímir Gusinski, quedó claro que la señal estaba dada y que el magnate de los medios de comunicación no tardaría en salir a la calle. Ayer, antes de abandonar Berlín, Putin manifestó que la detención de Gusinski no había influido en sus relaciones con los anfitriones alemanes. "No produce satisfacción, pero tampoco es un obstáculo", dijo el presidente. Gerhard Schröder abordó la situación de Gusinski "de forma bastante extensa" durante su cena con Putin, manifestaron fuentes gubernamentales. La afirmación de que la orden de detener a Gusinski había partido de la fiscalía y que este organismo era independiente convenció a muy pocos. El presidente de Rusia cometió un error al infravalorar la capacidad de movilización de Gusinski, y tuvo que dar marcha atrás en su primer asalto para librarse de los oligarcas.

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Putin ha cedido así a las presiones que le venían del interior y el exterior del país. Sin embargo, es poco probable que este hombre renuncie a nuevos intentos de meter en cintura a los magnates que, en un grado u otro, se aprovechan de las riquezas del Rusia para sus fines personales. Putin desea crear las estructuras de un Estado civilizado, pero no sabe cómo hacerlo ni por quién empezar, porque él mismo es un producto de los personajes a los que ahora trata de controlar.

La corrupción es un fenómeno generalizado en Rusia, pero a Putin le preocupan más las actitudes que considera deslealtades al Estado, como la critica a su política en Chechenia. Por eso, comenzó el ataque a los oligarcas por el eslabón más contestatario, el dueño de la cadena de medios de comunicación que más cuestiona su política. Y para desacreditarlo empleó las tácticas y argumentos que aprendió en su pasado de agente del KGB, una faceta básica de su personalidad que se mezcla con todas las que vinieron después.

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Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

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