La escritora Joyce Maynard retrata a Salinger como un seductor emocional
La autora cuenta en 'Mi verdad' la difícil relación que mantuvieron
La escritora norteamericana Joyce Maynard (Durham, New Hampshire, 1953) presentó ayer Mi verdad (Circe), memoria polémica de una vida agitada y emocionalmente turbulenta, que tiene como episodio central su relación, recién cumplidos los 18 años, con el huraño escritor J. D. Salinger. El autor de El guardián en el centeno es presentado como un viejo cascarrabias, obsesionado por la medicina homeopática y la comida sana, que a menudo "es idealizado por la gente gracias a su supuesta condición de iluminado espiritual".
Hace unos años, Joyce Maynard cambió el frío invierno y la soledad de New Hampshire por el calor de California. El traslado, junto con sus hijos, le reportó un bronceado perenne y le devolvió una sonrisa y una alegría que parecían enterradas para siempre, así como el deseo, la ansiedad, de contar finalmente su historia, su "secreto". El secreto de Maynard empezó a gestarse cuando aún no había cumplido los 18 años y publicó un artículo sobre su generación en The New York Times. Fue un artículo muy celebrado, polémico, acompañado de su foto, y como respuesta recibió centenares de cartas. Entre ellas había una de J. D. Salinger, quien en un tono amable la felicitaba por su estilo y la animaba a seguir en esa línea. Llegaron después más cartas cruzadas, encomiosas todas y cada vez más íntimas, y al fin se conocieron en persona. Constataron que se amaban y no pasó mucho tiempo hasta que la adolescente Joyce, una chica anoréxica 34 años más joven que el huidizo escritor, dejó sus estudios universitarios y se fue a vivir con él a su fortaleza de Cornish. "Ahora, desde mis 47 años, releyendo las cartas que me mandaba, me doy cuenta de que Salinger tenía una poderosa seducción emocional e intelectual, de efectos devastadores", recuerda la autora. Convivieron durante cerca de diez meses y, pese a que ella le seguía amando, se transformó poco a poco en un maniático aborrecible, obsesionado con la homeopatía, la comida sana, las religiones orientales y el cine de los años treinta -no se cansaba de ver películas como 39 escalones-. Pese a ello, llegó un día en que Salinger se sintió traicionado por ella y la echó, literalmente, de su casa.
La etapa fue tan dolorosa como crucial en la vida de Maynard; había tenido acceso a uno de los autores vivos más admirados, un tótem de la cultura norteamericana, pero a pesar de todo no lo hizo público: "Durante muchos años pensé que debía mantener el secreto, como un favor, no para protegerme, sino para protegerle a él. Sin embargo, cuando mi hija Audrey cumplió los 18 años, la edad en que yo conocí a Salinger, empecé a pensar intensamente en ello y de pronto me di cuenta de que lo que yo había vivido era una experiencia de violación y abuso, y pensé que la víctima de semejante experiencia no tenía por qué mantener el secreto".
Maynard sabe que la gente quiere oír hablar de Salinger, de sus manuscritos inéditos y sus manías, de sus autores preferidos, pero ella asegura que Mi verdad no es un libro sobre el autor de los Nueve cuentos: "Este libro trata de la relación entre una mujer joven y un hombre mayor y con poder. En Estados Unidos he recibido centenares de cartas de mujeres que dicen: 'Este libro habla de mí'; es un fenómeno universal. Además J. D. Salinger es un hombre que ha actuado con violencia en la vida de una serie de chicas muy jóvenes, y mi obligación era contarlo". Porque la autora narra que después de ella hubo más chicas, todavía las sigue habiendo: "Durante muchos años pensé que yo fui el amor de su vida, pero luego supe que había otras chicas con las que se había carteado en los mismos términos que conmigo, hoy en día ya van más de veinte, y desde que salió el libro han seguido apareciendo nuevas chicas, siempre adolescentes, casi niñas".
A Joyce Maynard no le gusta hablar de Salinger y de su obra, dice que forma parte de su pasado olvidado, pero afirma que en las narraciones del escritor hay muchos detalles "de su vida real, de sus frustraciones y sus anhelos", y recuerda para acabar un detalle significativo: en la primera foto que Salinger vio de ella a los 18 años, en el artículo de The New York Times, llevaba un reloj de su padre que le iba grande, como si fuese una pulsera; pues bien, la niña de 13 años que protagoniza el cuento Para Esmé: con amor y miseria mantiene una conversación adulta con un soldado y también lleva un reloj de su padre en la muñeca, holgado como una pulsera.
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