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El Centro Pompidou de París revive 60 años de la escultura 'oculta' de Picasso

La retrospectiva del Beaubourg acoge 300 obras, la mitad de la producción escultórica del artista

Hasta 1966 Pablo Picasso pasó por un escultor amateur. Si sus pinturas se vendían y exponían, sus esculturas vivían con él, en sus talleres y casas, pero ese año, con motivo de su 85º aniversario, Picasso dejó que muchas de ellas fueran contempladas en el Petit Palais. Sólo en 1932, a raíz de una primera retrospectiva picassiana, siete de sus esculturas se asomaron al exterior. Ahora, en el Centro Pompidou, en la sexta planta del Beaubourg, se ha conseguido reunir 300 esculturas del parisiense-barcelo-malagueño, 205 de ellas procedentes del Museo Picasso de París que no en vano fue el principal destinatario de la dación familiar, de las 158 piezas con que se abonaron al Estado los derechos de transmisión.

El recorrido por 60 años de escultura de Picasso sirve casi para revisar toda la historia del arte vista desde los ojos del artista por excelencia del siglo XX. El cubismo, la abstracción, el collage, el clasicismo, el barroco, la pasión por lo primitivo, la relectura de la antigua Grecia, el object trouvé, toda una civilización desconocida y a un tiempo reconocible desfila entre 1906 y 1966, entre el lejano viaje a Gosol y la cabeza de Jacqueline en una doble chapa, de la madera al hierro pintado, de la amistad y aprendizaje con Julio González a la soledad del genio que disfruta ideando obras monumentales que a menudo no abandonarán su condición de meras maquetas de papel.Queda dicho que la mayoría del material expuesto procede del Museo Picasso de París. El resto se ha reunido buscando en todas partes, ya sea en Nueva York para ciertas obras básicas, como Guitare (1912), en Madrid para hallar en el Reina Sofía el bronce de Femme au jardin (1929), en la galería ginebrina de Jean Krugier para una impresionante Tête de mort (1943), en museos australianos o nórdicos para recuperar collages o cajas de planos superpuestos y, sobre todo, en la casa de algunos coleccionistas que poseen piezas de menor tamaño pero de igual mérito. Y desde muy pronto resuena el comentario del propio Picasso a la citada Guitare afirmando que "los tabiques separadores han caído. Nos hemos librado de la pintura o la escultura que a su vez ya se habían liberado de la tiranía imbécil de los géneros. Eso no es ni lo uno ni lo otro: ¡es el Guitare!".

Frontera

La exposición, aunque bautizada Picasso sculpteur, pone continuamente en cuestión la frontera entre escultura y pintura, entre obra acabada y boceto, entre gran obra y obra menor, entre trascendencia y humor, entre estilo y mirada. Él mismo, cuando hablaba de sus telas cubistas, pensaba en que hubiera sido interesante "cortarlas siguiendo las indicaciones dadas por los diferentes tonos de color para encontrarnos con una serie de planos inclinados y en presencia de una escultura".

La exposición estará abierta todo el verano, hasta el 25 de septiembre. Su presentación es muy clásica, respetando la cronología de manera estricta, pero sus muros de madera y vitrinas dejan a menudo que podamos ver desde una sala lo que se avecina o de dónde venimos, de manera que se establecen puentes entre periodos y temas.

Picasso sculpteur tiene el atractivo extraordinario de reunir casi la mitad de la obra escultórica del artista y de no dejar en la sombra ningún periodo o tema. Todo eso confiere al conjunto una insólita coherencia de discurso, una mirada sobre el mundo totalmente irrepetible, descarada, lúdica, angustiada a veces, vital siempre, machista y cómica a la vez que sistemática. En ese sentido, es impresionante ver cómo Picasso crea para su uso particular un banco de formas, repite una y otra vez un hallazgo hasta agotarlo y luego pasa a otra cosa radicalmente distinta, ya sean los grandes formatos de bronce, ya sean los simples papeles recortados y agujereados con la punta encendida del cigarrillo para así hacer surgir un perro, un pájaro o la sombra de Marie Thérèse.

Los defectos del arte moderno

Jean Krugier, gran coleccionista de arte, estima que Picasso y Matisse son los dos últimos grandes artistas que ha conocido el mundo. Pero hoy parece que el arte contemporáneo ha buscado la inspiración en otra vía, la encarnada por Duchamp. Escuchar a Picasso, leer lo que le decía en 1923 a Marius de Zayas, permite comprender mejor su trabajo. "En arte la intención no basta y, como decimos en español, el amor se prueba con actos y no con intenciones". Y en ese sentido, cada escultura es una prueba. "Me preguntan muy a menudo cómo ha evolucionado mi trabajo. Para mí no existe ni pasado ni futuro en arte. Cambio no significa evolución. Cuando un artista cambia de modo de expresión quiere decir que ha cambiado de manera de pensar sin que sepamos si es para bien o para mal".

Para Picasso, la idea de "búsqueda" o "investigación" es absurda. "Mi objetivo no es mostrar lo que busco, sino lo que encuentro. La noción de búsqueda ha conducido a menudo la pintura hacia falsas vías, y perdido al artista en elucubraciones mentales. Es el principal defecto del arte moderno".

Esas palabras, contrapuestas a 300 pruebas, a 300 hallazgos, son una bofetada a esa parte enorme de la creación contemporánea empeñada en "pintar lo imposible, lo que no puede ser pintado".

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