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Florencia reúne la obra de Giotto, 'padre' del arte moderno

Toscano, como Dante Alighieri, Giotto (1266-1337) es a la pintura italiana como el autor de La Divina Comedia a la lengua de este país, una figura capital que nutre y da forma al lenguaje pictórico haciéndolo evolucionar del estilo greco-bizantino al de la pintura moderna. La obra del artista del Mugello (Toscana) o, mejor dicho, lo que queda de ella, se ofrece ahora conjuntamente en la Galería de la Academia de Florencia, hasta el 30 de septiembre. Entre las 37 obras que se exhiben figuran piezas llegadas de museos de medio mundo y de algunos centros e iglesias italianas. Asegurar las obras ha costado más de 1.800 millones de pesetas.La exposición, inaugurada en el año del Jubileo en homenaje a las obras realizadas por Giotto para Bonifacio VIII, el pontífice que inventó este tipo de festejo católico hace 700 años, coincide con la rehabilitación de la capilla de Los Scrovegni, una rica familia de Padua, una serie de frescos que constituyen la verdadera obra maestra del artista toscano. En las paredes angostas de la capilla, Giotto narró con trazos de enorme expresividad la historia de la llegada de Cristo al mundo, pero en sus 70 años de vida tuvo tiempo de recorrer Italia de punta a cabo dejando un rastro de esplendor artístico a su paso. Los principales expertos internacionales han retirado ya la firma de Giotto de los frescos que narran la vida de san Francisco de la basílica superior de Asís; aun así, en el museo florentino, la concentración de belleza generada por Giotto y sus discípulos no deja margen a lamentaciones.

La famosa 'Crucifixión'

En un espacio reducido se pueden admirar pinturas como la Presentación de Jesús en el Templo, realizada entre 1325 y 1330, procedente del Museo Isabel Stewart Gardner de Boston, y la famosa Crucifixión (1320-25), cedida por el museo de Beaux-Arts de Estrasburgo. El Louvre de París ha contribuido también con el Retablo de los estigmas de san Francisco, una pieza que sacaron de Pisa los soldados de Napoleón y que nunca había regresado a Italia. Hay que añadir también numerosas piezas locales, como el Santo Stefano del Museo Horne de Florencia, o la Madonna in maestá, del también florentino museo de los Uffizi. Giotto trabajó, sobre todo, la pintura al fresco sobre muros más o menos sagrados y los grandes polípticos unidos sobre enormes armazones, que harían impensable una exposición de este tipo si no fuera porque el destino y el deterioro se ha encargado de fragmentarlos.

La muerte de la Madonna, procedente de Berlín, es uno de estos fragmentos que se exhiben ahora con identidad propia. Otro tanto ocurre con el Padreterno e Angeli, procedente del Museo de San Diego (EEUU). Entre las piezas figura también la única que se conserva de las que el artista ejecutó en Roma, el Políptico Stefaneci, de la Pinacoteca Vaticana, que ha cedido un fragmento para la exposición. El universo de Giotto se cierra en Florencia con otras 18 obras de la escuela que creó, repleta de talentos que han influido en toda la pintura occidental.

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