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El presidente y los toros

Inmediatamente después de hacer públicos los primeros y segundos cargos ministeriales, también se pudo conocer que la última ocasión en que al presidente Aznar se le vio en una plaza de toros fue como invitación y/o presión del flamante secretario de Estado de Deportes, Juan Antonio Gómez Angulo, también de reputada militancia taurina. Entre sus diversas y plurales aficiones, nunca se ha destacado inclinación alguna del presidente a la cosa de la lidia, con lo que queda lamentablemente devaluada esa "marca España" que tanto procura inmortalizar como conjunción del ser de la nación española. Pero esas ausencias tan reveladoras y significativas tropiezan con el lenguaje taurino que se desliza en las crónicas políticas y artículos de opinión, ensamblados con imágenes de este planeta táurico tan estrechamente uncido a cualquier manifestación.Es algo así como si los autores de estas referencias tuvieran la intencionalidad de afear la decisión presidencial de ausencias y marginalidades para con lo relacionado con los toros. Un ejemplo: José Martí Gómez, veterano profesional del periodismo, en su "Diario de un reportero" de La Vanguardia, el 4 de febrero de este año, en vísperas electorales, a propósito del rival Almunia, escribe que "citando de frente y por detrás, le dijo a Aznar que la campaña ya no será una bronca, ni un aburrimiento, ni sobre esencias nacionales". Poco después, el día 22 del mismo mes de febrero, Francisco Umbral, tan estudioso de la generación del 98, lo que no impide sus escarceos taurinos en sus escritos, se pregunta en El Mundo, con la dimisión sorprendente de Manuel Pimentel como inspirador: "A Aznar le llamó urgentemente, el jefe no se puso. ¿Son maneras esa estocada telefónica?". En EL PAÍS del 4 de abril pasado, en su columna de los martes, Miguel Ángel Aguilar, tras la aclamación al presidente en la ciudad de Sevilla por el triunfo electoral, escenario de la eclosión política de Aznar, dice: "Esa misma plaza, donde hace diez años le diera la alternativa rompiendo en público la carta de dimisión sin fecha que le tenía firmada José María, ha sido el lugar elegido por el Niño del Referéndum, fundador del PP y de sus varios precedentes orgánicos, es decir, por Manuel Fraga". El mismo acontecimiento de Sevilla sirvió para que un día antes, en el mismo periódico, en crónica de Javier Casqueiro, se recordase una portada de Diario 16 especialmente querida por Álvarez Cascos, sobre quien no pesa sospecha alguna de su afición. Dijo Cascos de aquella portada que aparecía "Aznar vestido de torero novel, con enorme desparpajo, tomando la alternativa y dispuesto a comerse la plaza y rompiendo moldes", ruptura que venía demostrada porque apareció con la muleta en la mano derecha y el estoque en la izquierda, premonitorios de su exiguo apego por la fiesta. El día 26 de abril, tampoco Julián Lago, desde las páginas de La Razón, desea, al parecer, contribuir a la tranquilidad de conciencia del presidente por sus inexplicados escapismos de tan consustancial espectáculo nacional: aquí ya no hay tangenciales aproximaciones, aquí se le mete al presidente directamente en la mismidad taurina.

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Falta de vitaminas

Véase: "Hubo en los años sesenta un matador salmantino, más serio que una patata, llamado Santiago Martín, El Viti, que tuvo a bien convertir la sobriedad en un arte... Era la suya una austera técnica al servicio de la lidia. En el debate de investidura, José María Aznar ha construido un discurso propio de la escuela castellana. Profundo, ajustado y sobrio como si se tratara de El Viti". Ahí queda eso como colofón, quedan emparentados en similitud Aznar y El Viti como serenos, serios y tranquilos, lo que no puede ser interpretado de otra forma más que como deliberado rechazo del periodismo político a esas evasiones presidenciales de difícil justificación en su proclama unitaria y nacional.

Antonio Campuzano es periodista.

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