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Tribuna:ANTECEDENTES SOBERANISTAS
Tribuna
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De Aguirre a Lizarra JOSÉ ANTONIO AYESTARÁN

Si un historiador se propone escribir un libro a caballo entre la historia y el más agudo de los presentes sabe que debe conjugar rigor y oportunidad política. Juan Carlos Jiménez de Aberasturi ha triunfado en el empeño escribiendo De la derrota a la esperanza. Políticas vascas durante la segunda guerra mundial (1937-1947). Es difícil entender el actual momento político vasco sin leer detenidamente esta obra que, apoyada en una monumental bibliografía, es nada menos que la historia global de una época.Es del máximo interés descubrir que la construcción nacional del Acuerdo de Estella es análoga, en su intencionalidad y objetivos, al viraje político, o "línea nacional vasca", emprendido por José Antonio Agirre y su partido, a espaldas del resto de las fuerzas que integraban el Gobierno vasco y que, por las bravas, se trató de imponerles, so pena de expulsión del gobierno por "sucursalistas". Ello constituía una violación del Estatuto, ya expresamente rechazado, y una deriva soberanista, el desligamiento (más propio sería llamarlo traición) de la República y la ruptura con los "españoles".

Fue una postura diáfana desde 1938, cuando el viaje de Aguirre a Barcelona que suscitó tan duros comentarios de hombres tan dispares como Azaña y Negrín. Pero que venía manifestándose desde 1936, con el desleal juego a tres o cuatro paños de los nacionalistas, ya con Inglaterra, luego con Francia amén de los contactos unilaterales con el enemigo, siempre con el Vaticano, y desde él, con la Italia fascista; un tartarinesco idilio en que el nacionalismo fue objeto de una colosal tomadura de pelo. El Estatuto fue un mero instrumento de toma de poder territorial y, desde él, conseguir que alguna potencia europea accediese a establecer en Euzkadi un protectorado separado de las dos Españas en lucha.

Consumada la capitulación y deserción de miles de gudaris en Santoña, tras abandonar el frente y sin ninguna razón militar que lo justificase (pacto, rendición o traición según la cofradía del que lo contemple) Aguirre y los suyos siguen apostando por la carta del protectorado y el rechazo del Estatuto, la vía nacional vasca. Esta carta fue utilizada muy a fondo por los nacionalistas con ocasión de la grave crisis europea de 1938 (Munich). Conscientes de la posibilidad de una intervención militar francesa en España, preconizan y demandan el establecimiento de dos estados-tapón, uno vasco y otro catalán, bajo la protección de Francia.

Como hoy sabemos, Franco, consciente del peligro, prefiere empeñarse en una terrible batalla de desgaste en el Ebro a emprender un rápido avance de sus tropas victoriosas, que acaban de ocupar Lérida, hacia el Pirineo, que pudiera haber sido entendido por Francia como un provocación, amén de poner en juego su habilísimo juego diplomático. Pero la tenacidad de Aguirre es memorable. Desaparecida la República y comenzada la II Guerra Mundial, con el apoyo de la Liga Internacional de apoyo de los Vascos y de su imagen de político conservador, católico y burgués, cabeza de un "gobierno" bien diferente de esa "pagaille rouge espagnole", sigue pidiendo a Francia que considere la idea de un espacio de defensa francés entre el Ebro y los Pirineos constituído por los dos kanatos vasco y catalán.

Jiménez Aberasturi relata expléndidamente la debacle del aparato nacionalista tras la invasión alemana, que se evaporó sin destruir datos confidenciales y listas de agentes en el interior, lo que motivó la caída de la red Álava y el fusilamiento de su jefe. Pero que lo que importa señalar es que Aguirre y los suyos jamás les importó la victoria de la República, ni siquiera el triunfo de Franco si éste se producía "fuera de Euskadi". Utilizaron instrumentalmente el Estatuto, precisamente como acumulación mínima de fuerzas a utilizar para dinamitar el propio Estatuto cuando la ocasión fuese propicia. Escribía Aguirre en 1940 que "vamos hacia la independencia nacional pero ahora quiero que la política nacional y los principios nacionales se programen en pleno Gobierno".

Es imposible no ver en todo ésto los postulados políticos de la Asamblea de Estella. El mismo pie forzado incuestionable, llámese vía nacional o construcción nacional, y el mismo desprecio estatutario ("carta otorgada" según conocida majadería) que obliga a frecuentar malas compañías, a reducir, silenciar o eliminar. Por no faltar homologías, no se ha ahorrado ni la liturgia galeuzka ni los intentos de división del PSOE de Euskadi, infructuosos ante la claridad y energía de Prieto y Paulino Gómez Beltrán.

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Cuando surge ETA desde Ekin, su matriz ideológica recoge no sólo el puro aranismo, sino también la política nacional de José Antonio Aguirre y la doctrina del EBB del PNV en su reunión de Meudón de julio de 1940. Y no puede ser de otra forma la genealogía y etiología del brote psicótico que expresa el complejo Estella-Udalbiltza. La vesanía homicida de ETA, lugar de encuentro de Torquemadas touts azimouts, psocópatas y meros rufianes, tienen necesariamente que abrevar en un pozal de negatividades.

El pobre Arana Goiri, un cerebro maltratado por la hiponatremia consecuencia del Addison que le consumía, legó a su pueblo un sentimiento malsano, negativo, una no-identidad: "Los vascos no somos españoles", odiamos a España. Todo lo que vino después nos ha sido dado por añadidura.

José Antonio Ayestarán Lecuona es psicólogo.

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