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Tribuna:FÚTBOL Final de la Copa del Rey
Tribuna
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El balón de Baljic

Josep Ramoneda

De todo lo acontecido en el trayecto que ha llevado al Espanyol hasta el final de la Copa del Rey, lo más importante ocurrió en el último minuto del partido de vuelta de las semifinales contra el Real Madrid.En el típico despiste de marcaje en el tiempo de descuento, tan habitual en el Espanyol, que parece dar por acabadados los encuentros unos segundos antes de que el árbitro pite, Baljic se encontró con un balón controlado entrando por la izquierda del área. En aquel instante, que a mí me pareció eterno, sentí que iba a cumplirse el destino del Espanyol. Lo de siempre: la suerte del mediocre que no está hecho para ganar. Francisco, el sabio interior andaluz del Espanyol, lo decía a próposito de los partidos con el Barcelona o con el Madrid: "Jugamos mejor que nunca pero acabamos perdiendo como siempre".

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El guión volviá a repetirse. El Espanyol había jugado como nunca, había perdonado un montón de ocasiones, pero el rival, el equipo grande, como si nada, iba a aguar la fiesta en el último minuto. Todo parecía escrito, pero entre el pie de Baljic y la portería el destino se quebró. El balón salió fuera. Un mílímetro, un palmo o un metro, da igual. Se evitaba la eliminación, pero sobre todo, se rompía con el fatalismo de la propia historia. Y cuando la fatalidad se rompe todo es posible. Incluso que seamos campeones.

Del Espanyol de siempre diría que es el único equipo capaz de perder la final de Copa con un equipo de la Segunda Divisón. Pero del Espanyol que vio como los dioses soplaban para que el balón de Baljic no encontrara el destino que llevaba escrito puedo empezar a fiarme.

El Espanyol no juega sólo contra el Atlético de Madrid. También lo hace contra su propia historia. Vamos a cambiar la historia, dicen. Los jugadores pueden poner la primera piedra de un nuevo tiempo si ganan la final. Pero el día después dependerá de lo que hagan los directivos. Si se creen que con la final queda olvidado todo, desde la venta de Sarriá hasta el consiguiente reparto de la tarta, no tardaremos en volver donde siempre: a la eterna, insoportable, mediocridad.

La final de Copa no se acaba mañana en Mestalla. El día siguiente hay que pensar en hacer crecer este equipo. Con sensatez, pero con convicción. La cantera tiene que ser la base: la del Espanyol y la que el Barça desaprovecha. Los que han venido de allí se han integrado perfectamente. Todos son de la misma pasta.

A Pep Guardiola, el capitán del Barcelona, se atribuye -y si no es cierto hay que felicitar al que lo ha inventado- esta frase: "Raros tiempos aquellos en que el Espanyol empieza a construir su fútbol por Roger y el Barça por Bogarde". Para que estos tiempos raros perduren tienen que pasar dos cosas: que el equipo gane la Copa, pero también que el día después la directiva no crea que ha ganado bula por otros cuarenta años.

El fútbol ha cambiado. El Espanyol no puede pararse.

El balón de Baljic es el guiño que el destino hace al club. Pero si no se está a la altura, la próxima vez el balón de Baljic entrará. A los del montón el destino no les da casi nunca una segunda oportunidad.

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