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FÚTBOL Final de la Copa del Rey

Flores guía la epopeya blanquiazul

Después de librar por segunda vez al Espanyol del descenso, el técnico tiene una ocasión de oro para triunfar con su equipo y dar un espaldarazo a su incipiente carrera

Robert Álvarez

Si por algo se distingue Paco Flores (Barcelona, 1952) es porque ni tiene complejos ni va con medias tintas. Si toca medirse al Barça te suelta que jugar con tres puntas es obsoleto; si el rival de turno es el Real Madrid deja ir que los madridistas no han armado un bloque. ¿Es un pecado de soberbia o es un indicio de la seguridad a prueba de bomba que tiene en su propio equipo? El hecho es que después de pronunciar aquellas frases alejadas del tópico, el Barça sólo pudo empatar en Montjuïc y el Madrid fue eliminado por el equipo blanquiazul en las semifinales de la Copa. El locuaz Flores no va a acomplejarse ahora ante una final de Copa contra el Atlético, aunque se le adivina el espíritu atormentado del capitán de barco cuando está a punto de divisar tierra. El desasosiego se alimenta básicamente de los últimos cinco partidos de Liga en los que el Espanyol ha sacado tan sólo un punto y no ha marcado ni un gol. Ha sido un bajón excesivo con la vana excusa de centrarse en la final de la Copa.Flores confía en un equipo titular -"me gustan los onces que se saben de carrerilla", asegura-, pero anda con la mosca detrás de la oreja. Esta temporada, de la misma forma que ya pasó en 1997, ha vuelto a salvar al Espanyol de una apurada situación. Si entonces lo llevó del 19º puesto al 10º, esta vez, tras relevar a Brindisi el 18 de enero, lo sacó del peligroso 17º lugar. Y además, lo ha llevado a la final de la Copa, toda una epopeya para un club que no lograba algo semejante desde 1957 y cuyos dos únicos títulos se remontan a las ediciones coperas de 1929 y 1940.

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El mismo argumento que le valió para desmontar la teoría de los tres puntas, le sirve para justificar el cambio de sistema que implantó en el Espanyol: del 4-4-2 de Brindisi, al 4-2-3-1. "El peligro en el fútbol llega desde atrás", predica. "Ésa es la manera como entiendo y leo el fútbol. Los futbolistas que llegan al área contraria desde la zona media son los que hacen más daño". Así fue como armó un bloque que se distingue por el trabajo ofensivo a destajo de Tamudo, por la capacidad para actuar entre líneas de Martín Posse -relevo del lesionado Benítez-, y la facilidad con la que proyectan desde atrás con sus pases en profundidad jugadores como Roger, reciclado a la posición de lateral, Galca y Sergio.

La cosecha de Flores ha tenido que ser abundante -hasta hace sólo unas semanas no se ha concretado su renovación- para que se reconozca como entrenador del primer equipo a todos los efectos y no de manera provisional, como ya le sucedió en 1997, cuando, tras recoger el equipo de manos de Miera y salvarlo del desastre, volvió al despacho primero y a enfundarse con el chándal de entrenador del equipo filial que justamente estos días disputa las eliminatorias de ascenso a Segunda B.

En ese equipo es en el que Flores ha forjado gran parte de lo que hoy por hoy es el mejor capital del Espanyol: la cantera, representada por jugadores como Sergio, Tamudo o Soldevilla, que según el técnico será el mejor líbero de España, pero que no puede jugar la final debido a una lesión, además de otros muchos que están en la lista de espera como Iván Díaz, Gerard, Javi López o Català, entre otros.

Supersticioso -le gusta vestir determinadas prendas y de su odio hacia el amarillo tan sólo ha amnistiado a la selección brasileña-, amante de los toros -ha llegado a viajar a Sevilla para deleitarse con una faena de Enrique Ponce-, Flores es el típico entrenador de la casa, tan de moda tras el éxito de Vicente Del Bosque con el Real Madrid. Perteneció durante nueve años al Espanyol como jugador -era el típico delantero tanque- y ahora lleva ya 16 como técnico. Rehúye de la verborrea de muchos de sus colegas, incluidos a varios de los que ha visto fracasar en el Espanyol, y se apunta al discurso directo y sin aditivos de su amigo José Antonio Camacho, del que fue ayudante durante una de las temporadas en las que el ahora seleccionador dirigió al equipo blanquiazul.

Flores es un enamorado del fútbol inglés y de sus estructuras y considera que los clubes españoles deberían implantar el cargo de director deportivo. Convencido de que el aspecto físico es primordial, especialmente la velocidad, Flores ha insistido durante los últimos días en ese aspecto con su equipo. Como es habitual en él ha alardeado de la absoluta confianza que tiene en los suyos -"¡pobre del técnico que no crea en los suyos!", advierte-, aunque recela del cambio de entrenador del Atlético, y cree que la entrada de Zambrano ha robustecido la moral del equipo rojiblanco y como prueba se remite a la victoria que lograron en el campo del Mallorca.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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