La penúltima oportunidad de una zurda incomprendida
Esta noche por la banda izquierda del Espanyol correrá un tipo espigado y rubio, el más inconfundible de los blanquiazules, el que luce el brazalete de capitán. Moisés Arteaga cumple el próximo jueves 31 años, y el año próximo, diez temporadas desde que debutó en Primera con el Cádiz. Su ilusión ante la final, ante la posibilidad de que el rey Juan Carlos le entregue la Copa, es la misma que la de un niño, pero con la perspectiva que le da su experiencia. "Después de dos temporadas malas en las que hemos estado a punto de descender, tengo la ilusión de ganar algún título antes de retirarme", confiesa.Atrás queda un bagaje que parece antiguo: cuando quedó campeón juvenil y de Tercera con el Cádiz -"aquella generación de Kiko y Quevedo en un club que creó toda una escuela de juego y en el que se nos pegó la magia de Mágico González", recuerda-, el debut en Primera y el fichaje por el Espanyol, cuando gaditanos y blanquiazules bajaron a Segunda en 1993.Arteaga es un jugador que no tiene término medio: o enamora hasta el punto de hacer flamear pañuelos o se lleva unas broncas de aúpa. "Ha costado y cuesta que entiendan mi manera de jugar", cuenta. "No es que me guste hacer cosas imprevisibles, es que forma parte de mi juego. No lo hago adrede. Yo soy así. Cuando me salen las cosas, me salen bonitas".
Recela del Atlético: "Quizás no pasa por un buen momento, pero tiene grandes jugadores y querrán salvar su mala temporada", advierte. Esta noche vuelve a estar al lado de su amigo Kiko, pero ahora en bandos opuestos. "Él ha ganado cosas importantes, ya tiene la Copa y la Liga. Yo no he ganado nada y espero hacerlo".
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