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Abu

Doña Carmen Martínez Bordiú Franco ha publicado un libro sobre problemas de las mujeres. Por los vínculos históricos que me unen con su abuelo materno siento curiosidad por esta señora, que ha conservado un envidiable aspecto de muchacha independiente. He leído, pues, escuchado o contemplado las entrevistas a que se ha prestado y de pronto, en la sostenida en Lo más Plus percibí un ruido que me dio mucho que pensar. Dijo la señora Martínez Bordiú que en la intimidad ella llamaba abu a su abuelo, y añadió: "Que quiere decir abuelo en catalán". Caray, pensé. También los Franco-Polo-Martínez Bordiú hablaban catalán en la intimidad, pero luego advertí que abu nunca ha querido decir abuelo en catalán y que los catalanoparlantes suelen llamar a su abuelo avi o iaio, con o sin normalización o inmersión lingüística.No está obligada la señora Martínez Bordiú a saber cómo se dice abuelo en catalán, a pesar de que de moza solía viajar a Barcelona bajo la asesoría de catalanes adictos al régimen, pero, tras 50 años de cohabitación con los hombres, mujeres, pueblos de España, me descorazona que siga instalada en el error, y descorazador es que los castellanoparlantes no sepan cómo se dice abuelo en gallego, vasco o catalán, lo que hubiera sido prueba de un cierto interés por esas culturas que tanto enriquecen el común patrimonio español, según se dice en los discursos céntricos, centristas y centrados. Al contrario. El desarrollo del Estado de las autonomías ha servido para culpabilizar al separatismo y amnistiar a la España separadora, cada vez más exasperada y más negada a metabolizar lo que pasa en Euskadi, Cataluña y Galicia que no sean atentados, genocidios idiomáticos o inauguraciones de Fraga Iribarne.

Jamás ha tenido España tan mal intercomunicadas sus plurales identidades colectivas y convergentes en un proyecto de Estado. En la primera transición, algunos medios trataron de perpetuar la apuesta progre de Triunfo o Cuadernos para el Diálogo de crear un mercado común de las culturas y las formas de vida de los pueblos de España. Casi nada queda de aquel esfuerzo, y en cuanto Internet sustituya a los puentes aéreos, habremos pasado del Estado de las autonomías al Estado de las madrigueras.

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