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Reportaje:

Virtuoso del metal

"Si no tienen poros, hacen buen son", afirma Antonio Mendoza Vázquez, 47 años, refiriéndose a las campanas. De éstas, dice, que, necesariamente, han de ser de bronce macizo para que el sonido sea limpio. El campanero de la iglesia de El Salvador, -la única persona que hay en Andalucía, según cuenta, dedicada exclusivamente a este menester-, tiene a su cargo más de 30 campanarios en Sevilla capital. "Y, campanas, ni se sabe". Mendoza se ocupa también del mantenimiento de los campanarios de todas las catedrales andaluzas, así como de los de algunas iglesias en los pueblos.De Antonio puede afirmarse que nació y vive entre campanas. Su casa, la que fuera de su padre y antes de su abuelo, está justo debajo del campanario de El Salvador, mirando al Patio de los Naranjos de esta iglesia. En ellas se abarrotan los recuerdos de tres generaciones de campaneros. Y encima de su habitación, 20 metros más arriba, siete campanas, -entre ellas la más grande de Andalucía, con más de dos metros de diámetro y 7.000 kilos de peso-, son testimonio de casi ocho siglos de historia.

El primer recuerdo, en forma de recorte de prensa, que guarda Antonio en el álbum familiar referente al oficio ejercido por su familia está fechado en 1856. En éste se habla ya de su abuelo José como del "maestro de campaneros". José Mendoza fabricaba sus propias campanas. "Ahí mismo, en el patio. Pero ni mi padre ni yo nos atrevimos a tanto", comenta Antonio, que, ahora, cuando alguna parroquia le encarga una campana nueva, la adquiere al precio de 2.500 pesetas el kilo en algún lugar que prefiere mantener en secreto.

Además, para estar en sintonía con los tiempos, tanto en lo que se refiere a armonizar los horarios de toque, como para conseguir el "repique que se le exige que obtenga en cada campanario", Mendoza dispone de sofisticados programas informáticos. El moderno campanero se limita ahora a mantener sus campanas en uso, y, si se estropean, las restaura.

Cada campana se compone de falda y corona; y, dentro, el badajo. La parte de arriba, el yugo, puede ser de madera (generalmente de encina) o metálico.

No todas las campanas desempeñan la misma función. Las hay destinadas para el "volteo", las hay de "martillo" y las denominadas "de reloj", que son aquéllas en las que Antonio programa las horas, los días y los momentos en los que deben sonar. Por otra parte, aunque los "toques" parezcan iguales, no todas las campanas suenan de la misma manera. "Ahora se lleva mucho los repiques antiguos", comenta el campanero sevillano. "A mí me gusta empezar con las porras, luego empleo los redobles, y, finalmente, salto a los volteos".

El padre de Antonio, del que heredara su nombre y oficio, murió en un sillón, a los 58 años, mientras veía un partido del Sevilla (su equipo) por televisión. Pero antes, durante muchos años, había escalado -"y casi volado", comenta su hijo-, por todos los campanarios de Sevilla. "Se le conocía como el hombre mosca", recuerda. "De él heredé esa afición a subir a lo alto de las cúpulas por el cable de los pararrayos".

Antonio Mendoza Vázquez comenzó a ejercer a los 16 años el oficio de campanero. Sobre él recayó, en 1968, la responsabilidad de que, en días señalados como el Domingo de Resurrección, todas las campanas de la ciudad sonasen "¡y bien!". Ahora, mientras recuerda que sólo tenía 19 años cuando escaló por primera vez la Giralda, comenta que la cuarta generación de campaneros Mendoza asegura el futuro de este oficio. "A dos de mis hijos ya les ha cogido esta afición".

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