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Sorpresas

La compra de 300 ejemplares de una obra que niega el holocausto judío y su distribución por la Xunta de Galicia han sido noticia esta semana. No parece, a estas alturas del milenio y cuando el pasado empuja el presente, que este patrocinio de Manuel Fraga pueda ser noticia. La identificación de este personaje con el gobierno de Franco y la justificación de la Alemania nazi no constituyen ninguna sorpresa. Tampoco debería ser noticia ni sorpresa, demagogia aparte, que el presidente andaluz apueste por la paridad, cuando la Constitución se pronuncia por la igualdad entre hombres y mujeres, que una Rosa pueda resultar elegida secretaria general del PSOE o Adriana Karembeu haga salir el sol en la Feria de Sevilla.No son sorpresas. Sí es sorprendente que algunos dirigentes de la izquierda afirmen que el discurso político que el obispo de Cádiz pronunció con motivo del Día del Trabajo les haya desbordado por la zona que representan. Esto sí que es una sorpresa. No la del cura con rango, que está en su derecho canónico de conseguir cuantos fieles sean necesarios y ocupar el espacio que, normalmente, ocupa la secretaría del Vaticano en asuntos pinochetianos, sino la de estos dirigentes. No es el obispo, por muy sensible que personalmente esté con la sociedad, quien debe dar ejemplo. Son los dirigentes políticos los que tienen que dar respuesta y no trasladar su responsabilidad a quienes no se la han otorgado los ciudadanos.

En cualquier caso, vista la sensibilidad, no es malo recordar que la creación de un San José teñido de obrero y la fecha de su ubicación fueron concesiones del Vaticano al régimen franquista, cuyo objetivo (el del régimen) fue atenuar el significado del movimiento obrero aunque para ello tuviera que utilizar el sentimiento de los católicos y a una sección femenina que, como si del Bayern de Múnich se tratara, venía a distraer las noches azules en el Santiago Bernabéu.

De seguir así, si estos dirigentes no emplean su tiempo en forzar la creación de empleo, disminuir la siniestrabilidad y responsabilizarse del encargo social que tienen y, en su lugar, continúan aplaudiendo conductas aisladas, no resultaría ninguna sorpresa que termináramos escuchando que el Primero de Mayo es cosa de curas.EUGENIO SUÁREZ PALOMARES

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