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El estilo mujer

Para el próximo 17 de mayo está prevista la aparición en Madrid de la antropóloga Helen Fisher, un acontecimiento en el feminismo internacional. A diferencia de muchas combatientes feministas de otros tiempos, la señora Fisher no es agresiva, no se arremanga, ni tampoco acalora su discurso fundacional. En su opinión -una tesis que ha procurado cuantiosas ventas a su libro El primer sexo (próximamente en Taurus)- se trata de convenir que el consecuente desarrollo de la civilización, en la actual fase postcapitalista, procura nuevas e insólitas ventajas a las capacidades innatas de la mujer.No se trataría, pues, como en algunos estudios biológicos en boga, de establecer la superioridad biológica de la mujer sobre el hombre (o del hombre sobre la mujer). Pero tampoco consistiría en concluir que las diferencias no existen o los hacen, sin más, equivalentes. Para Helen Fisher, lo interesante de la investigación en la que ella ha buceado es la posibilidad de pronosticar que en la nueva fase del desarrollo político, científico, artístico, económico o social, la opción de ser mujer procurará incomparables ventajas sobre la opción de ser hombre. En el pretérito, concretamente desde el momento de la revolución agrícola, el tipo masculino ha encontrado una organización productiva más acorde con sus inclinaciones mentales o las dotaciones de su cuerpo, pero ahora llega el momento en que ser mujer se convierte en lo idóneo. Las necesidades de cooperación dentro de la empresa, los laboratorios, las escuelas o las oficinas de servicios, coinciden con las prestaciones más propias del género femenino. Igualmente, la flexibilidad en la gestión, el predominio del consenso, la importancia de las comunicaciones, se corresponden con virtudes más disponibles entre mujeres, gracias, notoriamente, dice Helen, a su impulsión maternal.

El mundo de la informática y la electrónica podría representarse como un emblema femenino. Las dotes femeninas para la intuición, la sensibilidad no verbal, la acción sutil y la finura operan en coherencia con la nueva naturaleza de los artefactos y la cultura que emiten. El instinto femenino, la importancia de su ambigüedad y su "quizá" bivalente, esos detalles tópicos que cautivaban a los hombres mientras sacaban de quicio a las feministas, retornan en forma de genes, sinapsis y zumos de hormonas. Helen Fisher despliega una cuantiosa información científica, con lóbulos, nervios y tegumentos, para exponer el mapa cerebral y biológico de la mujer y sus consecuencias en la experiencia laboral, amorosa o financiera.

El mundo del siglo XXI será de la mujer o no será, se dice, pero no ya por efecto de los aguerridos ejércitos vindicativos del clásico segundo sexo, sino por el don natural de ese mismo sexo convertido en primero. Hasta ahora, numerosas mujeres modernas, en su intento de obtener estatus equivalentes, han recaído en la imitación de características (las primeras ministras han sido hirsutas o recias: Golda Meier fue, como decía Ben Gurion "el único hombre de su Gobierno") y en copias de lenguajes o vestimentas viriles. A partir de ahora, sin embargo, de acuerdo a la presencia de un nuevo modelo hegemónico, será acaso el hombre quien adoptará maneras femeninas. La aproximación entre unos y otros no se alcanzará pues por el utópico camino de una reconciliación mestiza y contra la guerra de los sexos, sino como consecuencia de un sorprendente golpe de timón en el paradigma que convertirá el ser peculiar de la mujer en excelente. Es decir: en el patrón humano más apto para sobrevivir, progresar, vencer o ser feliz en la era electrónica.

¿Bueno? ¿Exagerado? ¿Falso? A las feministas les molesta de Helen Fisher que, en cuanto feminista, no convoque a la batalla habitual. Pero, en realidad, según Fisher, las cosas se están poniendo tan requetebién para las mujeres que bastará ver cómo pasan los días y la digitalización progresa en todos los campos. En su optimista previsión, el futuro se teñirá pronto de estrógenos y reinará un olor de feromonas que marcará la atracción, la supremacía y el incomparable estilo de ser mujer.

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