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El declinante liderazgo económico de Barcelona ANTÓN COSTAS

Antón Costas

Va calando, como lluvia fina, la idea de que Cataluña pierde pulso económico. Viendo como algunas multinacionales -y otras que no lo son- desplazan su sede social a Madrid, Pasqual Maragall habla de una "hemorragia de poder económico". La Fira lleva tiempo en un quiero y no puedo y, mientras, Ifema de Madrid toma la delantera. El aeropuerto de Barcelona es cada vez más casolà y muchas empresas deciden ubicarse en Madrid por la pérdida de tiempo en viajes que significaría hacerlo en Barcelona. Son sólo algunos ejemplos. Hay otros.No todos admiten que exista ese problema. En su última conferencia en el Círculo de Economía -Una visión no coyuntural de la economía catalana-, el presidente Pujol negó que existiese una pérdida de peso económico: la participación de Cataluña en el PIB español no ha bajado, las exportaciones van en aumento, las inversiones extranjeras no declinan, las inversiones fuera aumentan, la renta per cápita de los catalanes se mantiene. Visto así parece lógico que tildase de "catastrofistas" a todos aquellos que piensan que Cataluña pierde pistonada. Para Jordi Pujol vivimos bien, y el clima mediterráneo ayuda. Y es verdad. Pero éste no es el problema. O más bien, ése puede ser el problema. El riesgo mayor de Cataluña es convertirse en la Cantabria del Mediterráneo: vivir de la herencia, de la renta, del paisaje y del clima, más que del riesgo y del beneficio derivados de las nuevas iniciativas emprendedoras.

¿De qué hablamos cuando decimos que Cataluña pierde peso? No tanto de un deterioro que podamos identificar con los indicadores económicos al uso, como de una percepción, difusa pero cierta, que lleva a pensar que Cataluña, o, más bien, Barcelona está perdiendo el liderazgo que tuvo en el pasado. Barcelona fue la cuna de la industrialización de España y de una sociedad civil dinámica. El poder político estaba en Madrid, pero no el liderazgo económico, social y cultural. Barcelona era a Madrid lo que Milán a Roma. Ahora esa relación se parece más a la de París y Lyón. Barcelona no se está situando bien en el escenario de la "nueva economía".

Una muestra: en el último concurso para la concesión de la tercera generación de telefonía móvil la presencia de capital catalán era muy reducida, un 7,5% de ACESA.

¿Quién tiene la culpa de esta pérdida de liderazgo de Barcelona? ¿Las tendencias inevitables de la globalización y la concentración? ¿La política seguida por Jordi Pujol? ¿La falta de dinamismo de los emprendedores catalanes? De todo un poco. Pienso que la política de la Generalitat no ha ayudado. Su ensimismamiento, su orientación hacia el gasto corriente y protocolario más que hacia la educación y la inversión, y su política de reequilibrio territorial del poder político han debilitado el dinamismo y liderazgo de Barcelona, y con él el de Cataluña en su conjunto.

Pero no todo se debe a la política. No veo en la sociedad un fuerte espíritu favorable a la innovación y al riesgo. No veo las start-ups, las spin-offs o el "capital riesgo" catalán.Ya sé que algo hay, pero no en cantidad suficiente. Los centros universitarios, tanto los públicos como los privados, se dedican a formar gerentes y ejecutivos más que emprendedores. Hace poco una alta directiva de una empresa de telefonía me decía que habían decidido situar la sede de una nueva empresa relacionada con la nueva economía en aquella ciudad donde encontrasen más personas con el perfil que buscaban. En Barcelona encontraron gente con buena formación, pero poco proclives al riesgo. Se decidieron por Madrid.

¿Qué hacer? Apostar por Barcelona, como defendía hace unos días Xavier Bru de Sala en estas mismas páginas. No tener miedo a la movilidad, especialmente a la movilidad de los universitarios. Al contrario, incentivarla para que vengan. Reorientar el gasto público hacia la educación, la I+D y las infraestructuras relacionadas con las comunicaciones y la telemática. Luchar por convertir Barcelona en la segunda capital de España, apoyándonos para ello en todos aquellos que pueden ayudarnos a conseguirlo.

Rodolfo Martín Villa fue decisivo para que Retevisión instalará su sede en Barcelona. El consorcio ganador de la cuarta licencia de telefonía móvil de tercera generación, Xfera, ha anunciado que instalará su centro de I+D en Barcelona.

Cataluña tiene mercado y poder político. ¿Por qué no lo utilizamos para pedir que alguna de los nuevas Agencias Reguladoras, como la Comisión Nacional de Telecomunicaciones o la Comisión Nacional de la Energía se instale en Barcelona? La Unión Europea distribuye territorialmente esos órganos de poder. ¿Por qué no nosotros? Conviene a Cataluña. Pero también a España. Lo peor que puede ocurrir es la total concentración del poder económico en Madrid. Sería como morir de éxito para la misma idea de España.

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