Impuesto de circulación

He leído con interés la noticia aparecida en EL PAÍS del pasado lunes 10 de abril en relación con la modificación del impuesto de circulación. Debo decir que, en principio, considero positiva cualquier medida fiscal que penalice el consumo de energía a cambio de aliviar la presión impositiva sobre el factor trabajo (porque supongo que esta inyección de fondos a los ayuntamientos está destinada a compensarles de alguna manera por la anunciada reducción del IAE).Sin embargo, es lamentable que el Gobierno del PP no haya aprovechado esta reestructuración del impuesto de circulación para introducir algo de racionalidad en el mismo. Tanto antes como después del cambio, el impuesto está concebido con criterios fundamentalmente recaudatorios, cuando sería un mecanismo ideal para estimular la compra de vehículos más ecológicos o penalizar duramente disparates sobre ruedas como los vehículos todoterreno, tan de moda últimamente. Con el sistema actual, el factor determinante para el cálculo del impuesto es esencialmente la cilindrada, algo que desde el punto de vista medioambiental tiene una relevancia sólo relativa. Por ejemplo, un motor Diesel con la misma cilindrada que otro de gasolina tiene bastante menos potencia -y, por consiguiente, resulta mucho menos contaminante-, pero tributa igual.

Lo lógico sería calcular el impuesto basándose en factores como el consumo, la emisión de partículas contaminantes, el peso del vehículo (que conlleva un mayor desgaste de la calzada), el grado de reciclaje o reciclabilidad de los componentes... Por supuesto que puede discutirse la ponderación concreta de los distintos factores, pero lo que está claro es que el sistema actual no tiene demasiado sentido. Habría sido tal vez interesante que EL PAÍS hubiera añadido alguna reflexión al respecto en la noticia sobre este asunto; confío en que en el futuro se estimule en sus páginas un debate en profundidad sobre este impuesto y otras posibles ecotasas.-