La economía de la genética
La empresa de biotecnología Celera Genomics anunció la semana pasada que está a punto de desenmarañar completamente el mapa genético del ser humano, un logro que cambiará el panorama de la medicina. Pero, de momento, lo que ha cambiado de manos han sido millones de dólares, gracias al alza espectacular de las acciones de las empresas de este sector. Los más críticos denuncian que la necesidad de dinero está empujando a Celera, que el año pasado perdió más de 7.700 millones de pesetas, a exagerar sus conquistas, en detrimento de la ética y el rigor científico.Varios investigadores del sector público, que compiten con Celera Genomics en la carrera por descifrar el genoma humano, han rebajado la importancia de lo anunciado el jueves pasado por la empresa que preside J. Craig Venter, al afirmar que el objetivo secreto de la compañía fue impulsar sus acciones en la Bolsa de Nueva York y asegurarse dinero fresco de forma inmediata. De hecho, las acciones de Celera cerraron la semana con una espectacular alza del 42%, lo que aleja la crisis que amenazaba a la compañía tras meses de desplomes sin fondo en su cotización.
Pero más allá de las escaramuzas entre investigadores que compiten en un mismo sector, y de lo cerca o no que esté Celera de cerrar del todo la secuencia genética del ser humano, lo cierto es que las posibilidades científicas de su anuncio de la semana pasada permanecen bastante oscuras. Completar la lista del genoma humano se ha comparado con disponer de todas las palabras de un diccionario, pero sin ninguna definición. El simple hecho de conocer la existencia de un gen sirve de poco, si no se establece también cuál es su función y cuáles son sus hipotéticas relaciones con una enfermedad determinada.
De momento, sin embargo, Celera ha logrado atraer de nuevo la atención. Y también millones de dólares, mientras los inversores tratan de ganar grandes cantidades de dinero a corto plazo sin discernir mucho si ésta y otras empresas de biotecnología son capaces de convertir la información genética que han desentrañado en gigantescos beneficios, como prometen.
"Los inversores en el sector de la biotecnología, por lo general, no saben ni siquiera a qué se dedica exactamente cada compañía", explica Leonard Santow, director general de la firma de inversiones Griggs and Santow, en Wall Street. "Apuestan con mentalidad de casino". La fuerte subida de Celera en la Bolsa demuestra, en su opinión, la peligrosa mezcla de intereses comerciales, estrategias empresariales y rigor científico que se da en este caso, y refuerza las acusaciones de los investigadores del sector público.
De hecho, la historia reciente de Celera muestra que la estrategia de anunciar espectaculares avances científicos, seguidos de fuertes revalorizaciones de la compañía en Bolsa, no es nueva. Las acciones de la empresa fundada por Craig Venter costaban durante la mayor parte de 1999 unas 6.000 pesetas (35 dólares) hasta que una serie de oportunas filtraciones y promesas de logros científicos inmediatos, hacia finales de noviembre, desataron una espectacular revalorización en Bolsa. En febrero de este año, una acción de Celera Genomics costaba ya más de 41.000 pesetas (240 dólares), enriqueciendo a los más avispados, o a los que tuvieron información privilegiada.
Pero una declaración conjunta del primer ministro británico, Tony Blair, y del presidente estadounidense, Bill Clinton (posteriormente rectificada), de la que se desprendía su oposición a que las empresas biotecnológicas pudieran patentar sus hallazgos, lo que dificultaría enormemente su capacidad de producir beneficios, supuso el inicio de un descalabro que arrastró a otras firmas del sector. La acción cayó hasta las 12.000 pesetas, unos 70 dólares. A ello se sumó la incapacidad demostrada hasta ahora por Celera de ser rentable, al vender información a empresas farmacéuticas y laboratorios universitarios, señuelo esgrimido por su presidente para atraer el dinero preciso para sobrevivir.
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