La lenta incineración participativa JOAN SUBIRATS
Son ya muchas veces las que unos y otros hemos glosado temas como los déficit participativos de nuestra democracia, las crecientes dificultades en conectar política y sociedad, o las preocupaciones que genera (por pocos días) la más que notable abstención. Es habitual oír hablar a políticos de todo pelaje de la necesidad de robustecer nuestra democracia participativa con cambios en el sistema electoral que permitan más posibilidad de elección y de control por parte de los ciudadanos. Se alude asimismo a la importancia de explorar la utilización de los nuevos medios de telecomunicación en la revigorización democrática. En fin, lo "políticamente correcto" es quejarse en público de que conviene más democracia y más participación. Pero del dicho al hecho...Se presentó a finales de la pasada legislatura del Parlamento catalán una iniciativa legislativa popular con más de 65.000 firmas proponiendo el total abandono en Cataluña de la incineración como método de eliminación de residuos. Ya en el mes de julio los grupos de CiU y el PP frenaron la posible iniciación del trámite parlamentario de esa proposición de ley, mientras que la otra iniciativa popular corría mejor suerte y las selecciones deportivas veían la luz en un trámite de urgencia. Ahora, tras meses de espera, se vuelven a iniciar los trámites para el debate de la iniciativa legislativa popular, pero el peligro es que en esa tramitación las enmiendas de algunos grupos desvirtúen totalmente el espíritu que animó a muchos ciudadanos a promoverla o simplemente apoyarla con su firma (véanse el texto de la iniciativa y las enmiendas de los grupos en la web de la Fundación Jaume Bofill: http//www.democraciaweb.org). Dejemos a un lado lo patética que resulta la actual normativa que permite que, superando enormes dificultades, los ciudadanos expresen su opinión, promuevan un texto legislativo y luego no puedan sus promotores ni defenderlo ante los parlamentarios, mientras que ellos, en cambio, pueden trocear y manosear a su antojo la propuesta, hasta convertir en favorable o contemporizador con la incineración un texto que pretendía eliminar esa práctica. Olvidémonos de las movilizaciones populares que lograron impedir la construcción de la incineradora de Zona Franca. Y hablemos, si ese es el tema, de qué pensamos hacer con los residuos en Cataluña.
Ésa es en definitiva la cuestión. Los anuncios con niños rubios en los que se nos pedía que pensáramos en el futuro y los que ligan recogida selectiva con ahorro ya los hemos visto. Pero hemos visto también cómo se nos anunciaba una cosa con relación al Garraf y al final se hacía otra. Sabemos que en algunas poblaciones de Cataluña se ha logrado poner en marcha sistemas alternativos a los habituales para todos los habitantes (Molins de Rei, Torrellas, Castellbisbal, entre otros) y se logran resultados significativos en recogida selectiva y en reciclaje. Tenemos constancia de que la prueba piloto que ha impulsado la Entidad Metropolitana en Sant Adrià ha sido bien acogida. Pero también sabemos que las grandes urbes catalanas apenas si se mueven. Sabemos que si bien los mercados de Barcelona practican recogida selectiva, no lo hace Mercabarna. Sabemos que en cada barrio de Barcelona se prueban cosas distintas y, al no saber adónde nos dirigimos, quizá estemos logrando despistar a todo el mundo. Sabemos que sólo el 2,4% de la población metropolitana dispone de servicio de recogida de materia orgánica, cuando estaba previsto que a finales de 1999 dispusiera de ese servicio el 6%. Sabemos que, lejos de conseguir la minimización de residuos, éstos siguen aumentando. Y sabemos que, en medio del barullo, hay algunos que hacen agua y vuelven a hablar de incineración como paliativo ante tanta confusión.
Es evidente que las cosas no son fáciles. No es fácil hacer aflorar el precio real de un sistema eficaz y sostenible de recogida y selección de residuos urbanos. No es fácil renunciar al chollo del Garraf (la opción más barata pero menos sostenible). No es fácil encontrar emplazamientos para "depósitos controlados" si se sigue la actual política de no plantear las cosas con claridad y no se avanza en negociar abiertamente con todos los actores sociales e institucionales implicados. No es fácil decidirse por un sistema de recogida. Pero de ahí a volver a pensar en incineración, de ahí a no atreverse a hacer apenas nada y esperar y ver qué ocurre en el 2006, hay una gran distancia. No podemos seguir con esa lenta pero inexorable incineración de las expectativas de la gente. No podemos seguir confundiendo a todo el mundo con una política errática y, curiosamente, elitista (si al menos fuera elitista pero supiera adónde va...). ¿Por qué no se aprovecha que faltan unos cuantos años para las elecciones y tenemos tiempo de rectificar sin demasiados costes políticos? ¿Podríamos por una vez hacer un planteamiento un poco más global que lo que resulta habitual? Es evidente que si se trabaja caso por caso, planta por planta o depósito por depósito, las victorias locales (conseguir que no se construya tal o cual instalación) acabarán siendo derrotas de todos. Porque, recordemos, el problema es de todos. Sólo con la participación de todos se podrá avanzar. Grupos de defensa ambiental, plataformas para la reducción de residuos, ayuntamientos, Generalitat, asociaciones de vecinos..., ¿podríamos ponernos de acuerdo en que tenemos un problema y juntos debemos resolverlo? De no hacerlo así, lo normal es que convirtamos los residuos en una constante fuente de conflictos y que nadie en su sano juicio quiera abordar el tema. Ya sé que ahora está de moda el esperar y ver, pero pienso que en este asunto, lamentablemente, se nos va acabando el tiempo.
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