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El fruto de El Bosco

El sencillo y casto madroño, ese que adorna el escudo de Madrid, es el símbolo de la lujuria, por su fruto de intenso color rojo, en el cuadro El jardín de las delicias, de El Bosco. Al adorno que tienen las monteras de los toreros se le conoce como madroño. En Nicaragua, el árbol nacional se llama madroño, aunque este apelativo es producto de una confusión. Los primeros españoles dieron este nombre al Calycophyllum candidissimum, que -¿hay alguien que no lo sepa?- nada tiene que ver, salvo su apariencia, con el verdadero madroño, el Arbutus unedo. Madrid -lo que son las cosas- no es la única ciudad que tiene en su escudo una imagen del madroño. Valdemorillo luce uno en su blasón. Y San Sebastián de los Reyes recoge otro en su escudo, a cuyo tronco está atado un lobo.Son algunas curiosidades sobre el árbol más emblemático de Madrid que se recogen en la colección Nuestros Árboles, de Ex Libris Ediciones, que abre su andadura, precisamente, con la edición del libro El madroño. Sus autores son Teodoro Abbad-Jaime de Aragón, que ha escrito el texto científico; Manuel Oñorbe Esparraguera, investigación y bibliografía, y Alonso Sánchez Gascón, fotografía y citas clásicas, y que ha coordinado la obra. Antonio Notario colaboró con el capítulo de la mariposa del madroño. Y los dibujos son de Francisco Núñez.

El madroño está extendido prácticamente por toda España y en cada lugar se le da un nombre distinto. En Galicia, por ejemplo, se conoce como erbedo, morogo, bedreiro, y así, hasta una docena de denominaciones. En Castilla recibe, entre otros, los apelativos de madroño, madrollo o albocera. En Asturias, borrachín y también albornio. Y en El País Vasco se le llama, entre muchos otros nombres, gurrbiz, kurrkuz o animania. Por cierto, que en vasco gurrbiz significa leña viva, lo que se explica por su facilidad para arder.

Pero el madroño no sólo tiene facilidades para arder. Aseguran que sus frutos tienen un efecto embriagador, que colocan, vamos, y que, por eso, su nombre específico, unedo, tiene que ver con esos efectos. Se refieren a la conveniencia de tomar uno solo de sus frutos para evitar "males de cabeza".

En Madrid están declarados como especie de interés singular tres madroños: el del Parterre, en Aranjuez; el del cerro Majuelito, en Cadalso de los Vidrios, y el del valle del Oso, en San Martín de Valdeiglesias. Y en la capital, un cuarto, el de la plaza de la Libertad. Al de Aranjuez -con 13 metros de altura y una circunferencia en la base de 4,20 metros- se le estima una antigüedad de 100 años. Más joven es el del cerro Majuelito, 60 años y 4,5 metros de altura. El del valle del Oso roza los 10 metros de altura.

Comprar un madroño no es caro. En el libro se recogen algunos precios orientativos: desde las 700 pesetas por una planta de 60 o 70 centímetros a los 20 durillos de otra de 15 a 20 centímetros. No es para arruinar a nadie y, siendo madrileño, es un precio que se paga con gusto para presumir de tener en casa un árbol tan emblemático.

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