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Política tras un museo

La escena no puede ser más insólita. Ayer fue destruida, a las puertas de un museo de arte moderno, una escultura de la Generalitat valenciana (es decir, un bien de propiedad pública) en presencia de su propio autor, el artista José Sanleón, y de un director general de la Administración a la que pertenece la obra. Para llegar a un desaguisado de tal magnitud -cuyas posibles derivaciones hacia las responsabilidades de tipo penal sin duda darán mucho que hablar- ha sido necesaria la conjunción de una serie de condiciones que van más allá del oportunismo, la falta de sentido común o el orgullo del artista, y también mucho más allá de la defensa de su autonomía por parte del IVAM. Que un artista quiera ver su obra convertida en el emblema del IVAM y que el museo se resista a que ese emblema le sea impuesto son posiciones comprensibles. ¿Qué ha hecho posible que chocasen esas posturas con tanto estrépito? La respuesta está en la política valenciana.La Consejería de Cultura de la Generalitat, de la que depende funcionalmente el IVAM, tiene a su frente a un consejero, Manuel Tarancón, cuyo poder es precario, y a una directora general de Promoción Cultural y Patrimonio Artístico, Consuelo Ciscar, que aspira a todo el poder en el área. Ciscar, a su vez, está muy bien conectada con el presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. La peculiar tramoya del PP valenciano está, por tanto, detrás de lo ocurrido. Consuelo Ciscar, una ex secretaria del socialista Joan Lerma -de cuyo Gobierno fue consejero su esposo, Rafael Blasco, hoy titular de la Consejería de Empleo con el PP-, fue presentada antes de que los populares llegaran a la Generalitat, en 1995, como la futura directora del IVAM. La operación se frustró por la reacción de los medios artísticos y culturales y se optó por poner a Juan Manuel Bonet al frente del centro artístico. A partir de entonces, Ciscar ha ambicionado controlar el museo desde su cada vez más poderosa dirección general.

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En la corte de artistas y críticos locales que Ciscar ha reunido a su alrededor prospera la especie de que el IVAM es una pervivencia de la era socialista, un "museo del PSOE" en medio de la política del PP, con la que hay que acabar. Como ha revelado la polémica, la gente de la cultura de todas las orientaciones, que sigue la trayectoria del IVAM desde fuera del enrarecido ámbito cultural del PP valenciano, no ve, en cambio, el IVAM como un museo del PSOE, ni del PP, sino como una institución normalizada que sigue el modelo de los grandes centros de su clase.

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