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Desechos

Miquel Alberola

Los barrenderos han empleado gran parte de esta madrugada en retirar la basura electoral desperdigada por las calles en el remate total de anoche. Se trata de uno de los trabajos más ingratos que realizan, puesto que tienen que doblar el lomo ante los excesos que cometen unos tipos que, por lo general, dicen que van a salvarles la vida. Sin embargo, este acto, en el que la escoba desempeña un cometido de interés epistemológico, es uno de los ejercicios reflexivos más científicos que produce la democracia en cada plebiscito. Algunos de ellos, en una decisión fundamentada en un sentimiento ético y profesional, optan por votar al partido que menos ensucia la ciudad. Aunque entre éstos, los más lúcidos, conservan la duda hasta un minuto antes de cerrarse las urnas, ya que no ignoran que votar al que menos suciedad produce es el modo indirecto de votar al que más basura esparce, el cual encuentra su mayor aporte calórico en las contradiciones de los que se le oponen. La ley D'Hont se alimenta de desperdicios, por lo que se pone de parte de quien más panfletos, viseras y banderas de plástico desparrama por las calles y le premia con los votos de las opciones insignificantes. Por eso los barrenderos más insurrectos apuestan sin titubeos por el principal partido de la oposición. Aquí la ética, la profesión y la venganza bailan juntas, pero la facción más perspicaz se come la cabeza hasta el límite, porque sabe que si gana el partido de la oposición, en cuatro años llegará a ensuciar tanto las calles como el que está instalado en el gobierno. Acaso por esta razón los más cabreados se reconfortan no haciendo uso de su derecho al voto, pese a que los más sagaces de este grupo no consiguen pegar ojo esta noche, porque son conscientes de que con esta actidud sólo están bendiciendo los intereses electorales creados y su perpetuación. También el partido que más ensucia acaba zampándose el bocado más íntimo de la abstención, aunque uno crea que está haciendo la revolución yéndose mañana a buscar espárragos. Al final, acorralados por la duda, casi siempre acaban por emitir un voto impresionista, con la esperanza de que esta basura se canalice por Internet y otros conductos audiovisuales.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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