_
_
_
_

De la Rúa declara la guerra a la corrupción y anuncia reformas

El presidente argentino, Fernando de la Rúa, replicó ayer a quienes le acusan de "dormir la siesta" y, en el discurso inaugural del periodo de sesiones del Congreso de la Nación, se presentó como un líder firme y resolutivo. Un líder que anunció una serie de logros en los 80 días que lleva en el cargo, entre los que citó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), la reactivación económica, el plan nacional de infraestructuras y la reestructuración de los servicios secretos. También adelantó reformas para "recuperar la autoridad moral del Estado".

Ante el cuerpo de legisladores y las máximas autoridades argentinas y extranjeras compareció un De la Rúa desconocido, por la agresividad de sus palabras. Lejos de su tono monocorde habitual y de su imagen de hombre aburrido, el presidente lanzó serias advertencias, amenazas casi, a los "enemigos de la patria". En esta categoría incluyó a los grandes evasores: "Les voy a tratar como delincuentes. Por eso, señores, será mejor que avisen a sus provincias que este Gobierno tiene voluntad política para tomar medidas de fondo y muy duras contra la evasión. La impunidad se terminó". A los contrabandistas dirigió el siguiente mensaje: "Tienen en mí un acérrimo enemigo. Quiero el dinero que nos roban y defender nuestra producción y nuestro comercio". A los narcotraficantes: "Les declaro la guerra y tiendo mi mano a los adictos. La droga está partiendo nuestro país al medio, está corrompiendo la estructura que debe combatirla. ¡Maldita cocaína!, ¡malditos traficantes!" A los delincuentes: "El que empuñe un arma para robar se va a arrepentir. La seguridad es una cuestión de Estado".

"Quiero recuperar la autoridad moral del Estado para ejercer la autoridad real", dijo De la Rúa, que se refirió a la herencia dejada por Carlos Menem en los 10 años del último Gobierno peronista. En primer lugar, "un Estado inútil, endeudado y sin recursos". Se refirió al déficit de 11.500 millones de dólares (1,95 billones de pesetas) proyectado para el 2000, y reiteró su voluntad de terminar con "la corrupción estructural del Estado y la burocracia".

El discurso presidencial también coincidió con la entrada en vigor del llamado impuestazo (aumento del impuesto sobre la renta) que tendrá un efecto empobrecedor sobre las clases medias. De la Rúa lo justificó con estas palabras: "Lo que se debería haber hecho, y no se hizo, era aumentar los impuestos de los que más pueden, porque el resto no puede más. Nadie lo hizo porque tiene un alto coste político. Yo tuve que hacerlo para salvar la quiebra del Estado. No me gustó hacerlo, pero no estoy aquí para hacer las cosas que me gustan, sino las necesarias".

La peor flexibilización

También habló de la reforma laboral, aprobada en la Cámara de Diputados y que ha provocado la primera protesta sindical contra el nuevo Gobierno. "El empleo está destruido en Argentina. Nunca los trabajadores estuvieron tan mal como ahora. Díganme si miento. El 14% no consigue trabajo y el 47% de los que trabajan lo hace en negro [sector informal]". Y habló de flexibilización, la palabra que repiten los críticos de la ley. "Sin recibo, sin obra social ni jubilación, ni crédito, sin dignidad, sin nada. Ésta es la peor flexibilización que hemos conocido en la historia y a la que nadie le ha hecho un paro".

La imagen de austeridad que trata de proyectar De la Rúa y su equipo quedó algo empañada horas después del discurso, cuando se comprobó que en el avión presidencial que voló a Montevideo para la toma de posesión del presidente electo Jorge Batlle, viajaban, además de De la Rúa, los expresidentes Raúl Alfonsín y Carlos Menem, y la hija de éste y su ex secretario general de Gobierno, Alberto Kohan.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_