Ocho 'grammys' colocan al guitarrista Carlos Santana en la cima de su carrera
Christina Aguilera se sorprende con el premio revelación y Ricky Martin se va de vacío
Los premios Grammy fueron un paseo de gloria para Carlos Santana y un dulce inesperado para Sting. Pobres Backstreet Boys, Ricky Martin y Britney Spears: de nada les sirvió su facturación de ventas porque salieron con las manos vacías. La joven Christina Aguilera se quedó muda de sorpresa ante un premio que no esperaba. Unos dicen que ha sido el triunfo de lo auténtico frente a lo artificial; otros se quejan de que los 10.000 votantes que repartieron los grammys son una pandilla de conservadores, porque los premios de esta edición -incluido el especial para Elton John- llegan con varios lustros de retraso.
En 30 años de carrera Carlos Santana sólo había recaudado un mísero premio Grammy en las categorías menores, las de consolación. Ahora el guitarrista mexicano ha equiparado el récord de premios que logró Michael Jackson en 1983 con ocho premios en una misma edición. Además de ellos, el tema Smooth, incluido en su álbum Supernatural pero en el que Santana no tiene crédito como autor -sus creadores son Itaal Shur y Rob Thomas-, ganó el Grammy a la mejor canción del año. Con Santana ha ocurrido lo mismo que con Bob Dylan o John Fogerty en los últimos años: han pasado de ser ignorados a ser laureados.Estaba cantado que el disco Supernatural de Santana era el favorito de la industria por varias razones: ha vendido seis millones de copias en EEUU, ha sabido atraer al suculento público juvenil (el que más discos compra) con el viejo truco de incorporar a la grabación estrellas del momento y, sin desmerecer su calidad, premiar a Carlos Santana también permitía a los organizadores ejercer una especie de justicia musical histórica con la que aparentemente disfrutan.
Confesión y humildad
Esta semana Santana ha relatado en la revista Rolling Stone que sufrió abusos sexuales durante varios años de su infancia. El miércoles por la noche puso una recomendable dosis de humildad al aceptar uno de los premios: "Si yo he podido hacerlo, también puede la gente de los guetos, de los barrios, de las chabolas. Lo sé porque yo vengo de allí", dijo el guitarrista. Se llevó los premios más importantes, incluido álbum del año, canción del año (Smooth) y mejor disco de rock. De todas sus candidaturas sólo se le escapó la de mejor canción instrumental, que se llevó Don Sevesky.
Como decía uno de los autores de Smooth, no es Santana el que ha vuelto sino que es la gente la que se ha acordado de que el guitarrista sigue estando ahí, donde siempre ha estado desde que se estrenó en el Woodstock del 69 y desde que dejó de ser famoso tras el éxito de sus discos Santana y Abraxas. Para que los compradores se acuerden de él ha hecho falta poner en su disco las voces de Eagle Eye Cherry, Lauryn Hill y Rob Thomas, el cantante de Matchbox 20 al que se debe buena parte del tirón juvenil de Smooth.
Rosie O'Donnell estuvo espesa en la presentación, con demasiadas referencias a un hecho que, por razones desconocidas, provocaba en ella especial hilaridad: que David Crosby -sin Stills, Nash y Young- es el donante del esperma con el que la cantante lesbiana Melissa Etheridge tuvo descendencia recientemente. Por lo demás, O'Donnell no cantó, lo que es de agradecer.
La presentación de los premios dejó de ser interesante cuando para entregar el primero apareció Jennifer López con el escote más amplio de la historia de la televisión estadounidense. A su lado, el actor David Duchovny (Expediente X) no pudo más que decir una obviedad: "Estoy seguro de que nadie en el mundo me está mirando en este momento".
Después triunfó Sting, que ganó los grammys 13 y 14 de su carrera con el mérito de quitárselos a los omnipresentes Ricky Martín y Marc Anthony. Con un gesto de genuina sorpresa, Sting recogió los galardones a mejor vocalista y álbum pop del año, Brand New Day. Estuvo escueto en su intervención: sólo dio las gracias a sus padres por haber hecho una combinación genética de la que ha surgido su incomparable voz. Otro compatriota cincuentón, Phil Collins, se llevó el esperado premio para Tarzán como mejor banda sonora.
Los mejores premios de rythm'n'blues fueron para el trío hip-hop que forman las cantantes de TLC, que se llevaron el de mejor disco en este apartado con su No Scrubs, en cuyas letras despellejan a la condición masculina, aunque con gracia. Y en country, los premios fueron para otro trío femenino de moda, las Dixie Chicks.
La sorpresa de la noche fue la victoria de Christina Aguilera como mejor artista revelación. Le arrebató este premio a la estrella de la que es casi un doble, Britney Spears, a la que conoció cuando ambas presentaban un programa de televisión para el Canal Disney. Eso ocurrió cuando las dos eran pequeñas, es decir, hace dos años.
Para compensar en cuestiones de edad, otra reliquia musical subió a recoger su premio: la siempre remozada Cher se llevó el de mejor canción de baile con la pegadiza Believe. Aunque para reliquias incorruptas nada como Barry White, mejor interpretación rythm'n'blues, y los inmutables Black Sabbath, mejor banda de rock duro. Y subiendo en la escala de edad, volvió a ganar un premio el abuelo Tony Bennet, que a sus 73 años no esconde lo mucho que disfruta de su fama recuperada.
Finalmente, el premio especial fue de un pianista a otro. Billy Joel se lo dio a Elton John. Joel dijo que al principio de su carrera le molestaba que le llamaran "el Elton americano" y ahora lo considera un honor; de hecho, son amigos y hacen giras juntos. Elton John juntó en torno al piano a los Backstreet Boys para que le hicieran los coros en una magnífica versión de Philadelphia Freedom que demostraba lo poco que pasa el tiempo para algunos acordes bien concebidos.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.