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ETA VUELVE A MATAR

Los colegios vascos pararon una hora para pedir la paz

Todos los escolares del País Vasco, convocados por el Departamento de Educación del Gobierno autónomo, pararon ayer durante una hora su actividad. Cada centro adaptó la medida a sus costumbres, pero la decisión se respetó escrupulosamente. Al fin y al cabo, se trataba de solidarizarse con la familia de Fernando Buesa, ex consejero de Educación y hombre clave en la puesta en marcha del actual sistema educativo vasco.El instituto Federico Baraibar de Vitoria siguió el paro no sólo por convicción. También por pura obligación, porque está ubicado en la acera de enfrente del lugar donde se produjo el atentado y los cristales de la mayor parte de sus aulas estaban destrozados, lo que obligó a conceder al alumnado una jornada de fiesta. Un día después del suceso, una profesora del centro todavía sentía "indignación, asco, rabia, todo junto" y se preguntaba "qué hubiera pasado si explota la bomba un cuarto de hora más tarde". "Como siempre, tienen demasiada suerte. Podía haber sido una masacre. Pero les daba igual que por ahí pasen alumnos, porque les faltan los planteamientos elementales", se lamentó. En ese instituto han estudiado los tres hijos de Fernando Buesa.

Un poema de Hernández

Al otro lado de la calle, mientras miles de personas se concentraban en el centro de Vitoria, todavía se observaban signos del atentado: una gran mancha negra en la acera, una farola tumbada y destrozada por la bomba, cristales rotos en los edificios cercanos. La esquina donde explotó el coche bomba se había acondicionado y, aunque podía estacionarse con normalidad, ningún conductor, tal vez por respeto, quiso aparcar allí. En el lugar donde yació muerto Fernando Buesa, junto a un árbol pequeño y raspado por restos de metralla, había ramos de rosas y un poema de Miguel Hernández titulado Para la libertad... También llovía, como la víspera.

El sitio donde murió su escolta, Jorge Díez Elorza, también se cubrió de flores y de una vela gruesa con un recordatorio: "Jorge, el txamizo no te olvida".

Lejos de allí, el colegio privado San Viator repitió la misma liturgia que los demás centros vascos, aunque existían motivos que le dieron mayor emoción. La viuda de Fernando Buesa, Nati Rodríguez Lajo, es la psicóloga del centro desde 1971. En un gesto hacia ella y su marido asesinado, se reunió el profesorado con un grupo de alumnos a primera hora en la recepción del colegio. "Ha sido un palo muy fuerte; nunca nos había tocado tan cerca", lamentaba el director. Gestos como ése, silenciosos, se repitieron en todas partes. Por ejemplo, en el colegio de las Ursulinas, frente a la catedral nueva vitoriana, donde unos 200 niños, todos menores de diez años, permanecieron quietos por completo, serios, respetando un silencio sepulcral.

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