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Los científicos aceptan la teoría de que el gusto por la belleza o el paisaje es hereditario El padre de la sociobiología proclama el triunfo de su teoría a los 25 años de lanzarla

El científico Edward O. Wilson, padre de la sociobiología, aseguró ayer ante los asistentes a la reunión anual de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS) que su teoría sobre la influencia de la evolución y la herencia en la naturaleza de los animales ha salido reforzada después de las duras críticas que recibió tras publicar su monumental obra Sociobiología: una nueva síntesis en 1975. La sociobiología atribuye a normas genéticamente heredadas la necesidad de los paisajes o el gusto común por la belleza y hacen que la conducta social humana sea idiosincrática.

¿Por qué los seres humanos tienen gustos estéticos tan similares, cuál es la base de la competitividad o la cooperación, de la amistad o la ética, cuáles son las reglas que les llevan a elegir pareja, por qué se comportan como se comportan? La naturaleza humana puede parecer natural a los humanos, que carecen de la objetividad para juzgarla, pero sólo puede explicarse por la existencia de unas normas epigenéticas heredadas que regulan el funcionamiento mental, a través de los mecanismos como la percepción, o los bioquímicos, aseguran Wilson y su amplia escuela.Encontrar estas reglas, objetivarlas mediante experimentos científicos, es la base de la sociobiología, que abarca ahora áreas de conocimiento en expansión, como la psicología, la sociología y la antropología evolutivas, cuyo estado fue revisado ayer en un simposio dedicado al 25º aniversario de la publicación de la obra de Wilson. A este biólogo, que extrajo de su dilatado y reconocido trabajo sobre las hormigas gran parte del bagaje teórico y empírico de la sociobiología, no le importa provocar y ayer reiteró que las objeciones ideológicas a su doctrina procedieron de "los marxistas", que ahora se han retirado a los departamentos de lingüística. No quiso comentar el hecho de que el actual presidente de la AAAS, el paleontólogo Stephen Jay Gould, se haya declarado promarxista más allá de hacer un gesto de desaprobacion.

Para ilustrar su tesis, Wilson explicó que los estudios indican que al ser humano le resulta estéticamente agradable un determinado nivel de complejidad, ni mucho ni poco, en los dibujos geométricos; respecto al paisaje, su ideal sería una casa con vistas a un horizonte despejado pero con vegetación dispersa y algún curso de agua, "el ambiente de sabana en el que nuestra especie evolucionó durante centenares de miles de años", ya que "las especies tienden a la selección de su hábitat". También resulta que a los hombres les resulta sexualmente atractivo un rostro de mujer con ciertas proporciones, probablemente porque representa una madurez juvenil con alta capacidad de reproducción, igual que a las mujeres se ha supuesto que les atraen los hombres maduros y económicamente fuertes como garantía de reproducción y cuidado de los hijos. Wilson reconoció que estos aspectos llamativos de la sociobiología no están suficientemente probados, sobre todo porque se han empezado a estudiar hace muy poco, y aseguró que la teoría sobre el arte está esperando a su Mendeleiev (el artífice de la tabla del sistema periódico en química).

La famosa "línea divisoria" entre las ciencias naturales y las humanidades no es una falla, aseguró Wilson, sino una amplia zona fronteriza de fenómenos poco comprendidos que esperan la cooperación para explorarlos. Disciplinas fronterizas emergentes son la neurociencia cognitiva, que cartografía la actividad cerebral y define los procesos mentales; la genética del comportamiento, que estudia la base hereditaria del comportamiento; la biología evolutiva, y las ciencias medioambientales.

Dependencia heredada

En estas nuevas disciplinas se están fundiendo en gran medida las antiguas psicología y antropología, señaló Wilson, para quien la sociobiología representa un paso muy importante hacia la unidad del conocimiento, una nueva forma de enfocar el estudio de la naturaleza humana más amplia que el reduccionismo genético o cultural.

Áreas normalmente separadas como la ética, la biología, las ciencias sociales y la política mediombiental resultan íntimamente interconectadas cuando se trata de abarcar problemas como la deforestación, en los que hay que tener en cuenta el comportamiento humano, los intereses de la sociedad y el conocimiento de los árboles. Y conocer la dependencia, heredada, del ser humano de su ambiente natural permite enfocar la conservación de la naturaleza y la biodiversidad desde un punto de vista más egoísta pero también más cercano al ser humano.

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