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Elecciones 2000

La agonía de una hostelera a ritmo de rock callejero

Vicente G. Olaya

Julia es una mujer de 59 años que duerme con tapones en los oídos, toma pastillas para calmar sus nervios y odia la música: "Pero profundamente, y de cualquier tipo. Me pongo histérica si mis hijos encienden el tocadiscos y oigo una sola nota musical". Julia (pide que se le llame así porque tiene miedo a dar su nombre verdadero) es la propietaria de un hostal de 13 habitaciones rodeado por 12 bares de copas y situado en el céntrico barrio madrileño de Huertas, una de las zonas con mayor contaminación acústica de España. Miles de jóvenes acuden cada noche a esta zona, donde hay abiertos diariamente 240 bares de copas hasta altas horas de la madrugada.En el interior del establecimiento de Julia, los servicios técnicos del Ayuntamiento de Madrid han comprobado que se registran más de 80 decibelios de ruido entre las dos y las tres de la madrugada.

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"Nadie sabe lo que es esto. Es peor que un cáncer, porque, si tienes un cáncer, tu familia se preocupa, los médicos intentan curarte y siempre te queda la esperanza. Pero con el ruido, no. Nadie te hace caso, se ríen y hasta te amenazan si te quejas", dice esta mujer que lleva 17 años aguantando "un calvario sin fin".

"Recuerdo perfectamente cómo empezó todo. Hace 17 años, a unos chavales que trabajaban en un banco cercano les tocó la lotería. Con el dinero que ganaron montaron el primer pub. Como el negocio funcionó, abrieron otro. Y luego vino gente de fuera y empezaron a comprar todos los locales comerciales para abrir nuevos bares. Mi vida, que hasta entonces había sido feliz, cambió radicalmente. El carnicero vendió su negocio, luego el panadero, la imprenta de la esquina... El barrio al que yo había llegado cinco años antes empezó a desaparecer. Surgió el mayor centro de copas de toda la ciudad", recuerda. El barrio de Huertas, según la asociación de vecinos, está considerado la zona con mayor concentración de bares de copa de toda Europa.

La hostelera se entristece cuando recuerda a los vecinos que en los últimos años han abandonado el barrio: "He visto a muchos hacer la mudanza porque no aguantaban más. Recuerdo las mecedoras en la calle esperando al camión de las mudanzas. Casi todos eran gente mayor que decidieron marcharse porque ya no lo soportaban más".

De las 13 habitaciones que tiene el hostal, seis dan directamente a la calle de Huertas, vía principal que da nombre al barrio: "Yo aviso a los clientes de que el ruido en ellas hace difícil conciliar el sueño hasta las seis de la mañana, que es cuando, de verdad, cierran los últimos bares de copas". La normativa local obliga a que estos establecimientos cierren entre las dos y las dos y media de la madrugada.

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Y continúa Julia: "A este hostal no suelen venir ya españoles, porque nadie se arriesga a pasar un noche en el barrio de Huertas. La mayoría de mis clientes son turistas extranjeros, que trasnochan mucho y que ya saben que en España el ruido forma parte de la vida cotidiana. Pero, a veces, se enfadan bastante. Muchos se han marchado negándose a pagar, y hasta me han insultado. ¿Y qué haces?".

Esta mujer, que durante muchos años residió en un país del norte de Europa, volvió a España hace 23 años con algún dinero ahorrado. "Lo invertí todo en la compra del hostal. El negocio me gustaba, pero cuántas veces me he arrepentido de haberlo hecho. Ya no hay marcha atrás. Éste es ya mi único medio de vida posible", reconoce.

Julia no cree ni en los políticos ni en la policía. "Cuando acudo a la comisaría de policía, el comisario me dice siempre: 'Pero si ya sabe que no tengo competencias, que eso es un asunto municipal'. Pero cuando voy al Ayuntamiento nadie me hace caso. Me marean y me marean. He hablado con la concejal de distrito, con el de la oposición, con los guardias, y nunca he logrado una solución. ¿Por qué nadie pone orden? ¿Por qué no se cumplen las leyes? ¿Por qué se siguen concediendo licencias para nuevos bares?".

El Ayuntamiento asegura que los horarios de cierre de los bares de copas del barrio de Huertas se ajustan a la normativa existente. "Seguramente a esa mujer le molestará el ruido que produce la gente al salir de los bares, porque cantan o hablan en voz alta. Pero eso no está prohibido", explican.

Precisamente esta semana, el Ayuntamiento ha notificado a la Asociación de Hosteleros que se ha abierto un expediente para aplicar una posible reducción del horario. La Asociación de Hosteleros replica que la reducción supondría "la puntilla" para sus negocios". "Es a partir de la una de la madrugada cuando empiezan a funcionar", dicen.

Pero para Julia la noticia llega tarde: ya no cree en nada tras 17 años de espera.

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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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