Con los calcetines arrugados
Como muchos, ya estoy acostumbrado a leer noticias que nos hacen sonrojar, nos deprimen, desbordan y nos hacen sentir vergüenza (ajena y, a veces, propia). Pero la publicada en la página 36 de EL PAÍS del 10 de febrero de 2000 (y esta carta está basada solamente en los datos de dicho artículo) ha conseguido, además de todo lo dicho, que se me arruguen los calcetines y que mis gafas, amén de empañarse, queden, como diría Forges, "fláccidas": el proyecto de un sutil aeropuerto internacional de carga dentro de una zona especial de protección de aves (ZEPA) que, a su vez, está dentro de un importante área de cría de avutarda, que a su vez está dentro de una zona propuesta para una mayor protección ambiental por su importancia, y que, además, está a muy pocos kilómetros del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel, uno de los humedales más importantes y escasos de España y una de las más importantes zonas de cría de todo tipo de aves de la Península (más de 100 especies, muchísimas de ellas protegidas). Un proyecto cuco y recoleto, a la par que fino y sencillo (100.000 millones de pesetas).Claro que la propuesta alternativa para dicho aeropuerto es también una joya de sensibilidad, situándose entre la zona anterior y otra, que también es área de cría de avutarda. Además, está a menos de la mitad de distancia de Las Tablas de Daimiel (sin comentarios).
No hace falta tener la gran sensibilidad conservacionista de la ministra Isabel Tocino para evaluar el impacto ecológico de este astuto e inteligentísimo proyecto; por lo tanto, ni lo mencionaré. Pero si muchos aeropuertos dedican mucho esfuerzo y dinero manteniendo halcones peregrinos para intentar controlar los desastres que ocasionan las palomas (piense en su peso y envergadura) al meterse en los reactores de los aviones, ¿qué habrá que hacer cuando esto pase con una población de avutardas (cuyos machos pesan unos 17 kilos y tienen una envergadura de unos 2,30 metros)? No valdrán los halcones, ¿quizá una escuadra de cazas de combate?
Sólo llevo unos 25 años trabajando en la Sociedad Española de Ornitología, varios de ellos precisamente en Las Tablas de Daimiel haciendo censos de aves y realizando anillamientos científicos para su seguimiento, y por tanto, estoy seguro de que la señora Tocino y el Ministerio de Fomento saben mucho más de esto, pero... mis gafas siguen empañadas y mis calcetines arrugados.-
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