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Entrevista:

Seis privadas y una pública

Arco 2000 cuenta entre las 258 galerías que llenan dos pabellones del recinto ferial de Madrid, un 10% más que el pasado año, con seis vascas, ya veteranas en la feria de arte contemporáneo. Vanguardia, Colón XVI y Windsor, de Bilbao, y Dieciséis, Altxerri y DV, de San Sebastián, exponen en Arco, mientras que la vitoriana Trayecto, presente en ediciones anteriores, decidió este año no acudir a la feria. Quienes busquen la presencia vasca en Arco, deberán completar su paso por las galerías con la visita al área que ocupa la Diputación de Álava, la única representación institucional de Euskadi.El crecimiento se nota en los pasillos, más estrechos, y atestados de público. Los puntos rojos, la señal que indica que la obra expuesta ha encontrado comprador, proliferaba en las primeras jornadas de la feria, que se clausurará el próximo martes. Los vientos favorables a las ventas animaban a los galeristas, que auguraban un buen balance al final de la feria. "El buen humor es característico de los primeros días, el buen ambiente se tiene que confirmar", advertía con prudencia Gonzalo Sánchez, de la galería Dieciséis. Se siente un francotirador que se escapa de la tendencia dominante y "va a su aire en la feria" con obras de sólo dos artistas, Marcelo Fuentes y Javier Pagola.

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Sánchez defiende que la galería necesita varios años para mostrar su imagen verdadera. Sus colegas de Bilbao y San Sebastián, a tono con lo que hace la mayoría en Arco, optaron por lo contrario. Sus exposiciones en los escasos metros cuadrados que ocupan en Arco son una recopilación de los artistas de la galería. El espacio se ha repartido en la mayoría de las galerías vascas entre los artistas jóvenes que renuevan la oferta y los nombres ya consagrados que, sin asumir riesgos, aseguran las ventas. Así, Windsor cuelga piezas curvas en soporte fotográfico de Sonia Rueda y pinturas de José Ramón Amondarain, pero reserva la mitad de su sala para Oteiza, Tápies y Sicilia. En DV pasa otro tanto: están los jóvenes Iñaki Gracena y Raúl Urrutikoetxea, pero el gancho que intenta atraer visitantes esta formado por obras de Gordillo y Cristina Iglesias. Colón XVI pisa sobre seguro: Eduardo Chillida, Tàpies, Andrés Nagel y Pedro Txillida.

Vanguardia se distingue por haber seleccionado obras que representan la figura humana con técnicas que abarcan desde la antigua encáustica, que emplea cera de abejas, al empleo de materiales heliográficos. "No sé si habrá buenas ventas, pero, sin duda, los artistas consiguen una difusión", asegura la propietaria de Vanguardia Petra Pérez. La galería Lekune repitió este año como única representante del arte contemporáneo que llega a Arco desde Navarra.

Después de 19 años, Arco es más que una feria comercial. Entre bastidores, sigue funcionando como el mejor marco para amparar el encuentro de las gentes vinculadas al arte contemporáneo.

El miércoles, por ejemplo, el comité ejecutivo del Museo Guggenheim Bilbao celebró en la feria un encuentro con los miembros de honor de la fundación. Allí estuvieron junto al director general, Juan Ignacio Vidarte, la consejera de Cultura, Mari Carmen Garmendia, y el diputado general de Vizcaya, Josu Bergara, una buena representación de los miembros de honor, como el ex lehendakari José Antonio Ardanza, Pilar Aresti, del comité de amigos del museo y Leopoldo Rodés, del Macba. Al día siguiente, los duques de Alba fueron sus anfitriones en un encuentro que celebraron en el Palacio de Liria.

El Gobierno vasco también aprovechó la feria para contactar con los galeristas vascos. Representantes de Bilbao y San Sebastián fueron invitados a un almuerzo de trabajo con la directora del gabinete de la consejera de Cultura, Edurne Basoa, y el director de Creación y difusión cultural, Ricardo Bilbao, para conocer de primera mano los planes en materia de artes plásticas. "Lo que no ocurre en Vitoria, ocurre en Arco en Madrid", ironizaba un galerista.JOSÉ MANUEL ALONSO Vitoria

Eugenio Ibarzabal es comunicólogo que procede de Económicas y del terreno del periodismo político. Antiguo portavoz de gobiernos, hoy se dedica a trabajar en el asesoramiento a colectivos sociales, empresariales, políticos... Trabaja con grupos, ocupándose de los problemas que les preocupan y buscando la solución. Como el dice, "preocuparse es lo que se hace antes de ocuparse; si no se puede uno luego ocupar, es mejor no preocuparse".

Ha informado y debatido desde la radio, la prensa, la revista especializada y la televisión. Le gusta pulsar la realidad y analizarla desde el contraste de pareceres y la reflexión. Vive en Vitoria pero lo ha hecho en otros lugares, de aquí y de Gran Bretaña, Estados Unidos... Cuando le preguntamos por su actividad (siempre muy activa), responde que es un "facilitador de equipos de mejora, es decir, alguien que ayuda a ver más fáciles los problemas del día a día para, de esta manera, resolverlos mejor, o al menos, dejarlos finalmente mejor de lo que estaban antes, que no es poco"

Para Ibarzabal, los vascos "no somos especiales ni en virtudes ni en defectos; somos semejantes, como se dice en euskera, antzerako. No hago más que viajar de una parte a otra, y si hay algo en común en todos los lugares es que el problema fundamental somos nosotros, y el trabajo en equipo es una asignatura pendiente en casi todas partes, empezando por uno mismo"

Pregunta. ¿Cómo ve el panorama actual de nuestro país: es optimista de cara al futuro?.

Respuesta. Soy una persona que quiere al país y a sus gentes, en consecuencia sé que mis deseos condicionan mi visión. Pero sí soy optimista, y en el caso contrario no hubiera accedido a responder: para estropearlo aún más no merece la pena tomarse trabajo alguno.

P. En las lecciones que da, suele incidir en una pregunta: ¿Cuántos de los problemas son realmente problemas? Y yo pregunto: ¿Cuántos de los problemas de este país son realmente problemas?

R. El problema fundamental es el modo en que vemos el problema. La sangre salpica directamente sobre lo peor de cada uno de nosotros. No nos hace sacar lo bueno, sino lo malo. En el fondo es lo que hace el chipirón: nos lanza tinta para confundirnos y lograr que no le veamos. En nuestro país más que muchos problemas lo que hay es mucha tinta -en ocasiones muy dramática- que nos impide ver la realidad: una sociedad privilegiada, con una calidad de vida muy alta, colocada en un lugar del mundo envidiado y con gentes de una gran iniciativa y capacidad de trabajo. Y eso sabemos que es así.

P. Quizá nos falte ponernos en el lugar del otro...

R. Cuando se habla con las diferentes partes todos comienzan por lo mismo: "Lo primero a delimitar es saber hasta dónde quiere llegar... el otro". La pregunta fundamental no es, a mi juicio, lo que quiere el otro, sino qué es lo que quiero lograr yo al final del proceso. Sé que puede parecer chocante, pero se trata de empezar por el final. Para mí importantes son dos cosas: tener claro el principio y el final. El principio son las reglas de juego, la experiencia positiva, lo que nos ha ido bien en la vida como personas y como sociedad, y el final es lo que pretendemos conseguir. Y luego se trata de llenar el hueco que hay entre ambos trabajando en el margen de maniobra de cada cuál.

P. En 1987, en ETB, usted tuvo un programa, El otro punto de vista, que, examinándolo ahora, hace pensar en lo mucho que cambia el criterio o la opinión de la gente. ¿Por qué ocurre así?

R. Tiene que ver con lo anterior. Claro que cambiamos de opinión, de manera de pensar. Constantemente. Y lo hacemos todos. Se trata de observarlo. Eso es, a mi juicio, aprender a conocerse a uno mismo. Gandhi solía decir que nuestro compromiso es con la verdad, tal y como la vemos a cada momento, no con la coherencia. Pues eso. Hay que desdramatizar y aprender a reírnos de nosotros mismos. De tanto repetir desde pequeñitos que somos animales racionales hemos terminado por creérnoslo. Somos lo que somos.

P. Examinando aquellas encuestas de El otro punto de vista y comparándolas con otras, se aprecia que en este país, de apariencia tan exaltada y problemática, la gente es más feliz y optimista, ¿no es una paradoja?

R. La realidad aparece como paradójica para nosotros, pero es muy sencilla. Está ahí, pero nuestros prejuicios nos impiden ver lo que tenemos delante. Algún día lo entenderemos todo, y nos preguntaremos cómo pudimos complicarnos la vida de semejante manera. Cuestión de humildad.

P. En 1987, el 57% de los vascos consideraba que los principales problemas de futuro se podrían resolver mediante el diálogo y la negociación, sin embargo parece que los políticos entienden lo contrario. ¿Por qué?

R. Los británicos dicen aquello de que siempre es más verde el jardín de tu vecino. La cuestión, repito, es la de qué haría uno estando en un lugar sin manual, con informaciones parciales, sabiendo que ante los demás es más importante no errar que acertar y con una opinión pública caprichosa que te puede dar un bandazo cuando menos lo esperas en función del demagogo de turno. La empresa es una cosa y el gobierno otra.

P. Con motivo de la ruptura entre el PNV y EA, el 73% de los de EA opinaban que en el futuro el distanciamiento sería mayor, ¿qué ha podido ocurrir para que ahora se opine lo contrario?

R. Tenemos una idea falsa de la negociación. Creemos que se negocia en razón de la buena voluntad demostrada por las partes. Eso es falso: se negocia cuando no hay otro remedio. Y si no que se lo pregunten a las empresas, sindicatos y bufetes de abogados. Y si aquí no se negocia es por eso: porque se considera que no hay necesidad real de hacerlo y se puede aguantar, tal vez pensando que mañana se estará en una relación de fuerzas mejor. Y esto lo practican unos y otros, antes y ahora, aquí y fuera. Lo contrario es música celestial. PNV y EA han visto que no tenían otro remedio que negociar, la misma conclusión a la que han llegado PSOE e IU, y a la que no se ha llegado en el tema que tanto nos interesa. Por algo será.

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