La trampa y el trabajo por la paz
Conversando con Eugenio Ibarzabal no se puede dejar de hablar de la paz ni de la trampa. Son temas que le han preocupado siempre. Un día escribió una novela titulada La trampa, por eso le preguntamos si esta sociedad vasca -sobre todo políticos y periodistas- está cayendo en una trampa. Responde: "La trampa no es sino la bruma que nos impide ver lo que tenemos delante, y en ese sentido, todos caemos en la bruma. Cuando observamos en nosotros mismos crecer esa mayor radicalidad -de un signo en unos y de otro en otros- es señal inequívoca de que estamos cayendo en la trampa. Pero también tengo muy cerca de mí gentes que han sufrido, y mucho, y sin embargo desprenden paz. Hay de todo. Procuro arrimarme a estos últimos"Eso es lo más soprendente, que haya muchos que desprendan paz y que se esté dando la impresión de que se hace poco para lograrla. ¿En que se está fallando?...
"Yo creo", nos responde Ibarzabal, "que lo fundamental es asumir que la paz es un proceso. Ortega, en el escrito En torno al pacifismo, que constituye una fuerte crítica a determinadas actitudes pretendidamente pacifistas, dice lo siguiente: El enorme esfuerzo que es la guerra sólo puede evitarse si se entiende por paz un esfuerzo aún mayor, un sistema de esfuerzos complicadísimos y que, en parte, requieren la venturosa intervención del genio. Lo otro es un puro error. Lo otro es interpretar que la paz es como el simple hueco que la guerra dejaría si desapareciese; por tanto, ignorar que si la guerra es una cosa que se hace, también la paz es una cosa que hay que hacer, que hay que fabricar, poniendo a la faena todas las potencialidades humanas. La paz no está ahí, sencillamente, presta sin más para que el hombre la goce. La paz no es fruto espontáneo de ningún árbol... Si me preguntaran cuál es el precio de la paz, contestaría que el trabajo, el mucho trabajo, que hay que dedicarle. Y cerramos la conversación hablando de la vida: "Creo que es como un chiste: lo importante no es que dure, sino que haga reír".
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