Gubern afirma en un libro que el ciberespacio es el refugio de los tímidos El profesor publica 'El eros electrónico'
Gran estudioso de las tecnologías de la comunicación y a menudo anticipándose a sus consecuencias, el ensayista Román Gubern ha echado mano en su nuevo libro, El eros electrónico (Taurus), de la antropología, la sociología y la biología para defender que el triunfo del cibersexo es producto del pánico al sida y de una sociedad "bulímica" de emociones, y que el ciberespacio es el refugio de los tímidos y solitarios. Pero no todo está perdido. Gubern apela a la imaginación del hombre como defensa ante estos simulacros tecnológicos.
Ese nuevo afán por cartearse a través de Internet o del correo electrónico es lo de menos para Román Gubern (Barcelona, 1934), un comunicador nato, capaz de destrozar el orden de cualquier entrevista con su apabullante dialéctica. "La amistad por correo ya estaba inventada, sólo que ahora es más rápida", dice Gubern, autor de más de una treintena de libros.A este "niño del exilio", de pasado marxista (del que no se arrepiente), lo que le preocupa, y la idea central del libro, es que las nuevas tecnologías han creado únicamente discursos de tipo economicista, soslayando los aspectos emocionales del hombre. Y la gran paradoja, a juicio de Gubern, es que esta sociedad de la información es la sociedad de la soledad.
"Internet se presenta como la mejor aventura de tu vida. Los investigadores intuimos que el ciberespacio se ha convertido en el gran refugio de los tímidos y los solitarios. El anonimato permite fantasear y desinhibirte. Te preguntas cómo será ella o él... claro, luego si las expectativas son muy altas vienen los pinchazos", que, según Gubern, abundan, porque es muy fácil embaucar al otro sin contacto o mediante el recurso de la cirugía estética digital, que convierte al feo en guapo. Un truco que se remonta al siglo XVI, con la pintura de los primeros planos, inventada para arreglar las bodas de la realeza: "Los reyes se mandaban los cuadros, pero luego venía el susto de la noche de bodas, y esto es un poco lo mismo. Por lo visto es frecuente que el tímido que liga por Internet se retrae luego por el miedo a defraudar".
La caricatura de todas estas expectativas sentimentales es el cibersexo, que para el autor de Historia del cine "es un disparate, que mediante cables se conecten electrodos a los personajes y manden estímulos al pezón". El summum de las nuevas tecnologías, como fabricantes de sueños ante una realidad que es más prosaica, "es follar de manera artificial, porque el cibersexo es todavía imperfecto".
En El eros electrónico, un libro que Gubern escribió en seis meses y donde no se quiere poner apocalíptico, el autor defiende que el origen de las ciberparejas también hay que buscarlo en el miedo al sida, que potencia el sexo frío, limpio, sin olores ni fluidos, y además libre de embarazos no deseados.
Estas relaciones cibernéticas no sólo son motivo de abundantes adulterios ("imagínese un viajante, alejado de su familia, que llega al hotel y se conecta al ordenador"), sino que cuando culminan dan lugar a unos cuantos divorcios, "a la orden del día en EEUU". Pero, el ciberespacio, según advierte Gubern, también es una forma de cazar ingenuos. Por ejemplo, de reclutar actores para el cine snuff (filmación de asesinatos).
"Poco democrática"
Y los grandes paganos de esta nueva sociedad opulenta tecnológicamente, "y poco democrática", son los que no tienen acceso ni siquiera a un ordenador. En EEUU el 70% de los estudiantes blancos posee uno, mientras que entre los negros sólo un 30%. "La línea divisoria está en las sociedades informatizadas y las preinformatizadas. ¿Por qué en Ruanda no hubo efecto 2000?".
Y otra perdedora es la diversidad cultural. "En esto Internet puede ser eficaz, ocupando los espacios intersticiales que copan los Spielberg de turno, permitiendo que las culturas externas al imperio modelen el gusto para que lo local pueda ser universal. Porque hay un público que sigue fiel a Víctor Erice o Manoel de Oliveira".
Ante este panorama cibernético, Gubern no quiere ser pesimista. Él, que se declara austero en la comunicación electrónica ("como dice Eco, sólo contesto telegramas"), cree que la mente humana se sublevará. "Habrá que decir basta, esto no sólo es productividad y economía, las emociones también existen".
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