Sevilla alberga la primera gran exposición sobre la civilización mítica de Tartessos
El Centro Cultural El Monte reúne 250 piezas originales de 33 instituciones y museos
El mundo tartésico, el gran desconocido de las civilizaciones prerromanas de la península Ibérica, se puede apreciar desde ayer en Sevilla en la primera gran exposición que se dedica a la civilización que se desarrolló en el suroeste peninsular entre el último tercio del segundo milenio y el siglo VI antes de Cristo. Argantonio, rey de Tartessos reúne en el Centro Cultural El Monte 250 piezas originales entre joyas, ajuares, vajillas, estatuas, estelas y cerámicas que ilustran sobre el periodo de máximo esplendor del reino que desde la antigüedad se vio envuelto en la leyenda.
Argantonio, rey de Tartessos, organizada por la Fundación El Monte en colaboración con el Ministerio de Educación y Cultura y la Consellería de Cultura de la Generalitat Valenciana, reúne la más amplia selección de objetos relacionados con la cultura tartésica en la época de Argantonio (670-550 antes de Cristo aproximadamente), el último representante de la dinastía regia y el único rey documentado históricamente."Ésta es la primera exposición global que se organiza sobre Tartessos, la única civilización ibérica que tiene el privilegio de estar incluida en el mito y que además es Historia", comentó ayer en la inauguración de la muestra su comisaria, Carmen Aranegui. "Para nuestra cultura Tartessos siempre ha sido un referente literario, pero además hay una investigación arqueológica, que es la base de la exposición", indicó.
Necrópolis de La Joya
Las piezas proceden de 33 de museos, bibliotecas e instituciones, la mayoría de España y Portugal, aunque hay objetos que han sido cedidos por el Museo del Louvre -un ánfora ática decorada que simboliza el combate entre el héroe griego Heracles y el dueño mítico de Tartessos, Gerión, fechada en el 550-540 a.C -, la Biblioteca Nacional de Francia -que ha prestado dos ánforas, una griega y otra ática, de similar iconografía, del siglo VI a.C, y dos bronces que representan a Heracles- y el Museo Británico, propietario de una las piezas más importantes de la muestra, junto al tesoro de El Carambolo y los ajuares funerarios de las necrópolis de La Joya (Huelva) y de la Cruz del Negro de Carmona: un guerrero tartésico de bronce encontrado en Medina de las Torres (Badajoz), del siglo VII a. C. De este museo se exhibe también una cierva, de un siglo después.
El 90% de los tesoros y objetos expuestos han sido encontrados en suelo tartésico, en el suroreste peninsular, en un eje que desde el Guadalquivir incluye a las porvincias de Sevilla, Huelva y Córdoba y se extiende hacia territorio portugués y extremeño. "No hay que restringir el concepto de Tartessos al valle del Guadalquivir, hay que contemplar también Portugal y Extremadura", opinó Carmen Aranegui, catedrática de Arqueología de la Universidad de Valencia y comisaria de la gran muestra que sobre los iberos se realizó hace dos años.
En la civilización que alcanzó su desarrollo cultural e industrial a partir del siglo IX antes de Cristo al entrar en contacto con los fenicios, Cádiz jugó un papel fundamental como "la gran ciudad del entorno tartésico, la metrópoli de Tiro en el Atlántico, lo que propició una incorporación de rasgos orientales a Tartessos. La arquitectura, el trabajo de los metales y la escritura son ejemplos de esta asimilación. El encuentro con los fenicios que buscaban la plata de los yacimientos tartésicos hizo aparecer un mercado internacional", añadió la comisaria.
El gusto por lo oriental
En la exposición, que permanecerá en Sevilla hasta abril y viajará después a Madrid y Alicante, no hay reproducciones ni montajes, sólo piezas originales, salvo algunas maquetas de enterramientos. "El criterio que se ha seguido es dejar que las cosas hablen por sí mismas. Se ha pretendido invitar al visitante a establecer una relación con los objetos para que saque conclusiones", dijo Aranegui.
Argantonio, rey de Tartessos se divide en tres grandes bloques: el primero muestra la minería, el arte figurativo, especialmente guerreros, dioses y estelas decoradas; la escritura (grafitos sobre cerámica e incripciones como la que aparece en una estatua sedente de Astarté, diosa fenicia de la fecundidad, en una pieza del siglo VII a.C encontrada en Sevilla); la cerámica y las armas de fabricación local, así como la historiografía griega.
Un segundo apartado se dedica a la riqueza del mundo tartésico y revela el gusto por la ostentación y el arte oriental a través de las vajillas y las joyas. Aquí se incluye una selección de objetos griegos en los que se pone de manifiesto cómo veían lo que ellos llamaban el extremo del Occidente y el mito tartésico. "En el pensamiento griego, Tartessos seguía siendo un relato mítico", añadió la comisaria, "Gerión es presentado como un fabuloso ser con tres cabezas y tres cuerpos contra el que se dirigó Heracles".
La tercera parte de la muestra se refiere al mundo de la muerte y exhibe ajuares funerarios de las principales necrópolis tartésicas.
La caja, la maleta y el sudor
La joya de Argantonio, rey de Tartessos es el ajuar de oro encontrado casualmente en 1958 en El Carambolo, en la localidad sevillana de Camas. El tesoro de El Carambolo, formado por 21 piezas (16 placas, dos pectorales, dos brazaletes y un collar), es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, que desde 1977 lo custodiaba en la caja fuerte de un banco y del que sólo podía verse una réplica.El conjunto de joyas, del siglo VII antes de Cristo, fue trasladado el pasado miércoles desde la cámara de seguridad del banco al Ayuntamiento tras la firma de un convenio de cesión temporal y un día después del revuelo que causó la declaración del edil de Hacienda, Carmelo Gómez, que afirmó que las joyas se guardaban en "una caja de zapatos". No era cierto. El tesoro, valorado en mil millones de pesetas, estaba en la misma maleta que sirvió para su traslado en 1958. La joya tartésica fue objeto de otro incidente protagonizado por el alcalde, el socialista Alfredo Sánchez Monteseirín: pese a las indicaciones en contra del director del Museo Arqueológico, Fernando Fernández, el alcalde cogió el tesoro con las manos y lo mostró a los periodistas. "Yo sólo sudo por la frente", contestó a Fernández, alarmado por el daño que el sudor y las huellas dactilares podían causar al tesoro y que después limpió.
Babelia
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