Los enjuagues de la CDU empezaron en los años cincuenta
Bajo la tutela de Adenauer se establecieron complicidades entre industriales y políticos
La Unión Cristiana Democrática de Alemania (CDU), uno de los dos grandes partidos populares sobre los que se basa el equilibrio político desde la posguerra, vive hoy la mayor crisis de su historia, y nadie puede prever cuáles serán los efectos de las sacudidas que la agitan. Las raíces del mal son profundas. Se remontan a los años cincuenta cuando, bajo la tutela de Konrad Adenauer, se formó un sistema de íntimas complicidades "patrióticas" entre la gran industria germana que se levantaba de sus cenizas y los políticos de la joven democracia.
La cristalización de aquella complicidad fue la Staatsbürgerliche Vereinigung (SV). Esta entidad, que podría traducirse libremente por Sociedad de Formación Cívica, fue una máquina de lavar el dinero que fluía desde la industria y las empresas hacia la política. El escándalo del consorcio Flick, que estalló en los setenta y se prolongó durante buena parte de los ochenta, acabó formalmente con aquel sistema.La decisión del Ministerio de Economía de eximir del pago de impuestos al consorcio industrial Flick por la venta de acciones de la Daimler Benz obligó a plantear la relación entre las decisiones de los partidos alemanes y los donativos que éstos recibían de la industria. El asunto costó el puesto al entonces ministro de Economía, el liberal Otto Graf Lambsdorf. El conde es hoy representante gubernamental en la comisión que ha negociado las indemnizaciones para los esclavos del nazismo y está rehabilitado políticamente.
"Uno de los principales problemas de los partidos ha sido siempre que andan mal de dinero", escribe Eberhard von Brauchitsch, que fue directivo del consorcio Flick, en sus memorias. En El precio del silencio, que fue publicado en agosto pasado, Von Brauchitsch afirma que Kohl enviaba a su secretaria Juliane Weber a recoger el dinero personalmente a las oficinas de Flick en los años setenta cuando era jefe del Gobierno del land de Renania Palatinado, aunque admite no poder probar esta afirmación documentalmente.
En 1986, el diputado verde Otto Schily, hoy ministro del Interior y afiliado al SPD, interpuso una denuncia contra Kohl. Le acusaba de guardar silencio sobre los donativos en efectivo que habían sido recogidos por Juliane Weber. Kohl parecía al borde de la ruina política, pero las investigaciones judiciales iniciadas en base a la denuncia de Schily se interrumpieron en mayo de aquel año. Los acontecimientos que se produjeron después hicieron olvidar el asunto.
"Desde hace cerca de treinta años la economía alemana padece porque los políticos y los partidos se tientan con regalos electorales que equivalen a menudo a la garantía de un puesto de trabajo", señala Von Brauchitsch. Mantiene que "empresas no competitivas y ramas enteras que son económicamente improductivas, se mantienen artificialmente vivas".
La nueva ley de partidos políticos, que entró en vigor en 1984, acabó en teoría con la financiación encubierta de los partidos a través de la SV y de sus fundaciones. Los millones que ahora emergen a la superficie indican, sin embargo, que las cuentas sumergidas estaban bien surtidas.
Aunque todos los partidos políticos se beneficiaron de donativos del consorcio Flick, en la historia de la SV hay una dimensión de "guerra fría" de carácter interior, ya que la industria utilizó sus millones para combatir a sindicatos y socialdemócratas. La historia de la financiación clandestina de los partidos en Alemania es una verdadera novela policiaca, entre cuyos protagonistas hay desde agentes de la Stasi a monjes, pasando por inspectores de impuestos modestos y obcecados.
Para algunos, la descomposición de la era Kohl supone una crisis en profundidad del sistema político alemán; para otros, una mutación de crecimiento que reforzará la democracia. "Alemania se ha vuelto más moderna desde las últimas elecciones", ha dicho Brigitte Sauzay, consejera de Gerhard Schröder en relaciones francoalemanas y antigua traductora entre Kohl y Mitterrand.
Los alemanes, siempre atentos a cómo les perciben los demás, tienen miedo a ser asociados con la Democracia Cristiana italiana. El canciller Schröder ha sentido necesidad de tranquilizar a los socios europeos mediante un artículo difundido en varios periódicos de referencia de este continente.
Ni el SPD ni la CDU están interesados en una erosión de la figura de Kohl como gran europeo y padre de la unificación alemana, en parte porque no existe hoy en Alemania un político de la talla del antiguo canciller que pueda transmitir una visión cautivadora de Europa.
Complicidades en Paraguay
[En el escándalo que afecta a la CDU tienen especial relevancia las irregularidades cometidas por la agrupación regional del partido en el Estado de Hesse, que canalizó unos 20 millones de marcos (1.650 millones de pesetas) hacia cuentas en el extranjero. Esas cantidades fueron después transferidas a Alemania e ingresadas en cuentas de la CDU como "fondos heredados" de personas fallecidas, según revela el semanario Der Spiegel que será puesto a la venta mañana.
El sistema fue ideado por dos responsables de finanzas de la CDU en Hesse con la ayuda de un empresario de origen alemán y de un médico residentes en Paraguay. El médico falsificó más de 200 certificados de defunción de supuestos emigrantes alemanes que simpatizaban con el partido y le legaban su herencia. Cobraba 200 dólares (34.000 pesetas) por certificado falso mientras la comisión del hombre de negocios por la parte financiera de la operación ascendía a 850.000 pesetas por "defunción".
Der Spiegel asegura, por otra parte, que el presidente alemán, Johannes Rau, ha utilizado por lo menos una vez un avión fletado por un banco público, el WestLB, para irse de vacaciones. Aceptó este ofrecimiento cuando era jefe del Gobierno regional de Renania del Norte].
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