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PLURALISMO E IDENTIDAD: TIERRA DE TODOS

Una mañana, allá por segundo o tercero de BUP, nuestro profesor de francés llegó al aula más comunicativo que de costumbre. Recuerdo que, en primer lugar, nos espetó una escasamente constructiva crítica sobre la tendencia a la uniformización de nuestros atuendos juveniles (vaqueros, camisa de cuadros y jersey a la cintura: el actual look Jarrai no había irrumpido aún en el panorama de la joven moda vasca). Y seguidamente nos obsequió con una reflexión sociolingüística que a mí, en aquel momento, me pareció sutil, perspicaz, atrevida incluso. El Ayuntamiento iniciaba por aquellos días los trámites para cambiar el nombre oficial de la localidad de Oñate por Oñati, y el profesor nos comunicó así su indignada perplejidad: "Llevo un par de años viviendo en este pueblo, y en la calle oigo a todo el mundo decir siempre 'Oñate'. ¿A santo de qué va a imponer ahora la autoridad municipal ese engendro de 'Oñati"? Ya digo que entonces el argumento me pareció de lo más sólido; pero es que a mí, en aquella época, el euskera me resultaba tan ajeno como a aquel profesor; y a ambos nos faltaba, por tanto, un dato, simple pero definitivo, que echaba por tierra la aparente consistencia del argumento. En euskera, la forma Oñati es la única; y en Oñati, entonces igual que ahora, más del 70% de los vecinos son vascohablantes habituales. Nuestro profesor de francés no mentía cuando afirmaba que sólo oía decir Oñate. Pero, falto de una antena esencial, su diagnóstico acerca de la cuestión era erróneo, de libro.Y, ya metidos en harina, déjenme que siga presentándoles gente. Pako (sí, él lo escribe así sistemáticamente desde que era un chaval: sus papeles dicen "Francisco") se tiene por abertzale, si bien aún apenas sabe decir en euskera "egunon", "arratsaldeon" y algún que otro eslogan muy conocido. Sus padres llegaron de bien lejos, hace una pila de años, en busca de trabajo, a donde lo había. Los viejos sueñan con volver al terruño cuando el marido se jubile. Pako nació aquí, y no quiere ni oír hablar de ir a ningún sitio. A Pako le enredaron las madejas de la política de este país pequeñito en la cuadrilla del instituto; eso sí, en castellano: eran aquellos tiempos, no tan lejanos, en que el modelo D en la enseñanza media era algo impensable. Cuando habla de su tierra, Pako -que es monolingüe en castellano- dice siempre "Euskal Herria"; ni "comunidad autónoma" ni "Euskadi" ni "País Vasco" forman parte de su vocabulario.

Anamari cuenta como mínimo con ocho apellidos de origen vasco, pero en su familia los han escrito, "de toda la vida", con grafía castellana; y así lo ha seguido haciendo ella hasta hoy, ignoro si consciente del encantador anacronismo ortográfico en el que incurre. Anamari hizo sus estudios, hace ya unos años, íntegramente en castellano, y siempre ha pensado que eso del vasco es algo "de Salinas de Léniz para allá" (vive en Vitoria-Gasteiz; su vecino de abajo, nacido en el Alto Deba, cuando habla de ese mismo lugar, dice siempre "Gatzaga"). Si bien es cierto que Anamari sólo lo dice a las claras muy en privado, siempre le ha parecido que el vascuence es una lengua "con cierto olor a estiércol": quien, por una cosa o por otra -piensa Anamari-, no haya tenido la suerte de librarse de él, allá se las componga; pero, fuera de la cocina y la cama, aparte de para hablar a los niños y los perros (con todos los perdones), no comprende en absoluto qué interés puede tener obsesionarse en hacer pervivir a toda costa esa lengua bonsai. Anamari no conoce, no reconoce, no quiere conocer otra cosa que su País Vasco, ese -desde siempre- cachito de su España.

Jesus Mari llegó a Gasteiz (en su casa siempre han dicho "Bitorixa") desde un pequeño pueblo situado en un área de fuerte implantación euskaldún, atraído por una interesante oferta de trabajo. El euskera fue para Jesus Mari lengua familiar y escolar, coloquial e incluso laboral. Habla castellano siempre que haga falta, por supuesto, pero procura hacerlo únicamente si es cierto que hace falta. Desde que llegó a la ciudad necesita utilizar su castellano mucho más a menudo, es evidente. Jesus Mari se indigna cada vez que se topa con alguien que ejerce su trabajo cara al público y no tiene ni la mínima noción de euskera. No está muy claro si su indignación se debe a que le hacen sentirse ciudadano de segunda, o a que, muy en el fondo, le parece que se trata de ciudadanos de segunda que disfrutan de puestos de trabajo de primera. "Euskadi es la patria de los vascos", dice a menudo, y sueña con una institución política que acoja en su seno a todos ellos, aunque tiene una curiosa tendencia a no distinguir entre vascohablantes (euskaldunak) y ciudadanos vascos (euskal herritarrak).

Marian es euskaltzale (amante del euskera), y lleva toda la vida cultivándolo y disfrutando de él, y con él. Pero nunca ha entendido muy bien esa manía de identificar sin paliativos el amor al euskera con el amor a la patria vasca (esa patria que resulta evidente y exclusiva para Pako y, sin embargo, inexistente y ridícula para Anamari). Y aún más incomprensible le resulta esa tópica ecuación -tan tradicionalmente repetida en euskera, tan históricamente puesta en práctica por el castellano- que dice "herri bat=hizkuntza bat", es decir, "un pueblo=una lengua". Y es que Marian ha necesitado al menos dos, el castellano y el euskera, desde que era bien cría, únicamente para poder hacerse entender en su entorno más próximo. Ha conservado y mejorado su francés, que aprendió en el instituto (tiene amigos monolingües franceses en Iparralde), de inglés y catalán algo sabe, y está dispuesta a seguir aprendiendo idiomas. Pero, volviendo a la ecuación biunívoca, no sabe cómo rayos puede hacer una para des-aprender una lengua.

Y hasta aquí mi escueta galería de personajes. Al parecer resulta tópico decir que el único modo de que personas como Pako, Anamari, Jesus Mari y Marian pierdan el miedo que se profesan mutuamente es que se conozcan, que se reconozcan.

Ruego disculpas a quien estas cosas le resulten aburridas, pero albergo la sana intención de seguir rebuscando entre los refajos, y otra ropa interior, de estos nuestros tristes tópicos.

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Gerardo Markuleta es escritor.

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