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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Universidad abierta

El Gobierno ha aprobado el establecimiento a partir del curso 2001-02 del distrito único universitario. La decisión es positiva, pero habrá que ver cómo se aplica. Hasta ahora, cada distrito de ámbito autonómico era sólo accesible a los jóvenes provenientes de la misma comunidad, con la excepción del 5% de las plazas que se reservaba para quienes lo solicitaban de otras. Pero incluso este pequeño cupo no se cubre en la mayoría de los centros debido a la escasa movilidad social de nuestro país, el apego a la institución familiar y los gastos que acarrea desplazarse a una universidad lejana. Para resolverlo hay que dotar un número de becas suficiente y medios de alojamiento y acogida que alivien los problemas que acarrea tal decisión.No han sido éstos los únicos obstáculos. Ha habido reticencias autonómicas a poner universidades financiadas con cargo a sus presupuestos a disposición de alumnos de otras procedencias; con el agravante, en el caso de comunidades con lengua propia, del temor a los efectos que la medida podría tener sobre sus políticas lingüísticas. A las universidades, por su parte, no les gusta perder el monopolio de la oferta de estudios en su propio distrito; la posibilidad de que los estudiantes escojan otras induce una cierta competencia que no siempre es bienvenida. Además, hay problemas reales relacionados con la falta de homogeneidad de exámenes y criterios de calificación en las pruebas de selectividad.

Pero las dificultades no deben impedir el arranque de un proyecto que puede tener notables consecuencias sobre el futuro. La experiencia única de un mundo pequeño, próximo y muchas veces provinciano, no es la mejor receta para formar ciudadanos de una sociedad cada vez más abierta. No sólo se podrán aprovechar mejor los recursos docentes al poder compensar deficiencias y excesos de plazas entre unas comunidades y otras; es que el propio conocimiento de otros ambientes y la autonomía personal necesaria para estudiar en una universidad lejana son elementos educativos de primer orden.

La organización de la movilidad estudiantil no es tarea sencilla, y por eso parece razonable empezar en el curso 2001 abriendo al exterior el 20% de las plazas en cada uno de los distritos actualmente existentes, para llegar al 100% de las mismas en el plazo de tres años. La dotación inicial de becas, si llega a las 20.000 nuevas, como parece anunciarse, facilitará los desplazamientos de los estudiantes interesados en formarse en otros centros; pero esa cifra es muy pequeña en comparación con las que habrán de manejarse en el caso de que el fomento de la movilidad tenga éxito.

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