Encuentran un mundo florido en fósiles minúsculos
Hace 90 millones de años, en lo que hoy es Sayreville, Nueva Jersey, EE UU, ardió un bosque tropical y sus innumerables plantas se quemaron y consumieron lentamente para pasar a formar parte de la perpetuidad paleontológica. Las llamas que periódicamente barrieron estos bosques hace tanto tiempo protegieron sus flores como perfectos fósiles de carbón, creando la reserva mundial más abundante y exquisita de flores antiguas.
Los biólogos de la Universidad de Cornell ya han descubierto más de 200 especies de flores fósiles en el yacimiento, incluso parientes antiguos de los claveles, los cáctuses, de la flor de té, la azalea, el nenúfar, el roble, las plantas insectívoras y la magnolia. Estas flores de carbón, conservadas con un impresionante detalle hasta el nivel de la célula individual, no sólo nos están mostrando el aspecto que tenían los parientes antiguos de las plantas modernas, sino también, en algunos casos, cómo vivían en la época en que los dinosaurios aún poblaban Nueva Jersey.Los investigadores afirman que los descubrimientos están trastocando la ciencia botánica, al revelar que la gran diversificación de las plantas de flor, que constituyen el grupo de plantas más importante y rico en especies de la tierra, tuvo lugar al menos hace 90 millones de años, unos 30 millones de años antes de lo que anteriormente se pensaba. Algunos de los descubrimientos indican que los insectos se estaban diversificando en el mismo momento que las plantas, idea que respalda la teoría de que una interacción entre estos dos grupos, que en conjunto representan la mayoría de las especies que pueblan la tierra, podría haber provocado su explosiva diversificación
El yacimiento es "un lugar muy especial", según David Dilcher, paleobotánico de la Universidad de Florida, que no participó en el trabajo. "Era una época en que las plantas de flor comenzaban a diversificarse, y las pillaron en el acto. Jamás lo habíamos pensado hasta que este grupo comenzó a hacer públicos los resultados que han obtenido en esta localidad".
Mark Chase, biólogo molecular del Real Jardín Botánico de Kew en Inglaterra, que utiliza las flores fósiles para fechar los orígenes de las plantas vivas que estudia, afirma: "Basándonos en lo que están haciendo, nuestra forma de pensar está cambiando considerablemente".
Pero para los paleontólogos el descubrimiento proporciona mucho más que nuevas fechas.William L. Crepet, paleobiólogo de la Universidad de Cornell, afirma que encontrar una flor fósil completa era "como encontrar intacto un nuevo dinosaurio". "Es algo asombroso", añade. Las flores, a diferencia de las hojas o el polen, constituyen minas de oro de información que muchas veces contienen todos los elementos clave necesarios para identificar a las plantas.
Hasta hace poco, la mayoría de los paleontólogos ni siquiera creía que las flores tuvieran la posibilidad de conservarse como fósiles. De hecho, estos hallazgos eran tan improbables que los paleontólogos trabajaron durante años en otros fósiles más corrientes, como las impresiones sobre las rocas de un emplazamiento de Nueva Jersey, sin percibir las flores de carbón que había también.
Al microscopio
Pero hay otra buena razón para que los investigadores de antes no encontraran las flores: son minúsculas, muchas veces de un ancho inferior a 0,03 cm. Dado que su tamaño es entre 10 y 15 veces inferior al de sus parientes modernos, se tienen que estudiar con un microscopio electrónico.
"Se pensaba que no eran más que fragmentos, que no estaban muy bien conservados", afirma Kevin Nixon, que trabaja en el equipo de Cornell junto a su esposa, Alejandra Gandolfo, y con Crepet. "Nadie se daba cuenta de lo que había ahí"
El motivo de su minúsculo tamaño sigue siendo misterioso. Los investigadores imaginan que la reducción de tamaño se debe, al menos en parte, a la combustión., pero señalan que, para empezar, las flores antiguas bien podrían haber sido mucho menores que sus homólogas modernas.
Aunque el descubrimiento más asombroso es la diversidad de especies, hay algunas flores en concreto cuyas historias han sorprendido a los biólogos. Por ejemplo, la Paleoclusia es una planta cuyos parientes modernos, conocidos como Clusia, producen una resina pegajosa que recoge un grupo concreto de abejas, que se llaman abejas meliponinas. Estas abejas usan la resina para defenderse, por ejemplo, soltando una gota de la pegajosa sustancia sobre las hormigas cuando se sienten atacadas. También la utilizan para construir sus nidos. Los investigadores descubrieron que la minúscula flor Paleoclusia también contenía canales de resina y tenía en su interior lo que parecía ser un residuo de dicha sustancia.
"La gente decía: ¿Pero cómo puede ser? Si no teníamos información alguna de que estas minúsculas abejas existieran en una época tan temprana", comenta Crepet, con lo que la producción de resina elaborada en ausencia de un animal que pudiera utilizarla constituía una paradoja. Pero en los depósitos de ámbar de los alrededores ha sido descubierta una abeja meliponina sorprendentemente antigua, de la edad exacta como para visitar a la Paleoclusia, lo cual da a entender esta íntima relación que se ha mantenido intacta durante al menos 90 millones de años.
Otro descubrimiento asombroso ha sido el fósil más antiguo de un importante grupo de plantas de flor conocidas como monocotiledóneas que incluyen la hierba, el trigo y las orquídeas. Para sorpresa de los botánicos, el fósil más antiguo conocido de este grupo familiar no se parecía en nada a las monocotiledóneas más modernas: en su lugar pertenecía a un grupo poco habitual conocido como triúridas. Carecen de hojas y no contienen clorofila, y por lo tanto no son verdes y no experimentan la fotosíntesis. Viven gracias a la desintegración de la materia, como por ejemplo las hojas caídas.
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