Mimesis irlandesa
Cuando firmaron la declaración de Lizarra, los nacionalistas vascos establecieron una explícita relación entre su iniciativa y los llamados "factores propiciadores del Acuerdo de Paz en Irlanda". Muchas razones habrían propiciado aquel acuerdo, todas importables de tierras irlandesas: la aceptación del carácter político del conflicto, el respeto a todas las tradiciones existentes en la isla, el diálogo y la distensión, el reconocimiento del derecho de autodeterminación, la participación directa del Gobierno y del presidente de Estados Unidos. Entre esos factores, los firmantes destacaban uno que repiten cada día los altavoces políticos de ETA: que "el Gobierno británico y el IRA fueron conscientes de que ni uno ni el otro iban a ser el vencedor militar, y en consecuencia aceptaron que el conflicto podía prolongarse durante mucho tiempo".Es inútil pero obligado insistir en que la historia y la actual situación del Ulster en nada recuerda a la del País Vasco. En Euskadi nunca han existido dos comunidades políticas y militarmente enfrentadas, ni jamás han sufrido los vascos una merma de derechos en relación con los españoles. La sociedad vasca ha progresado en paz con su plural composición identitaria, étnica, lingüística y política, y la presencia de los vascos en el mundo de los negocios, de la industria, la restauración, el deporte, la burocracia, el clero, la Armada o el Ejército españoles ha sido a través de los siglos apabullante. ¡Si hasta nos sabíamos de memoria que los industriales y financieros vascos constituían el núcleo fuerte de la clase dominante... española! Había también industriales catalanes, terratenientes andaluces y aristócratas madrileños, pero quienes mandaban de verdad en España eran los que manejaban la banca y la siderurgia, o sea, los vascos.
Inútil insistir en todo eso porque lo que se pretende con la mimesis irlandesa no consiste tanto en demostrar semejanzas como en importar estrategias. Nada interesa que Euskadi no esté dividido entre católicos y protestantes, como estos catorce meses han puesto claramente de manifiesto; nada interesa que vascos notorios hayan repartido por todo el territorio sus apellidos, sus empresas, sus misiones -ah, las misiones de aquellos tiempos, con curas vascos tonantes cuando bajaban a los pueblos y suburbios de Andalucía-; nada interesa que entre un nacionalista vasco demócrata y un demócrata vasco no nacionalista sea fácil el diálogo: lo único que importa es aplicar una estrategia de terror según el más brutal modo irlandés, devastando el centro de la City, en la seguridad de que la "prolongación del conflicto" acabará por inducir el desestimiento de la mayoría.
Ya lo han conseguido con la actual dirección del PNV, que desde la declaración de Lizarra va dando tumbos, proponiendo hoy una cosa, mañana otra, amenazando con dimitir si hay atentados, pero cerrando los ojos al paso de las furgonetas. Lo han logrado también con EB-IU, aferrada al cadáver de Lizarra, y pueden conseguirlo con el PSE-PSOE, tan asombrosamente solícito hoy en sacar las castañas del fuego a los mismos que ayer lo habían arrojado a las llamas del infierno. Ahora se trata de que desista el Gobierno, azuzado por todas las partes para que haga algo, que tome alguna iniciativa, cuanto más audaz e imaginativa, mejor.
Bien, el Gobierno podría hacer una cosa: llevar hasta el final una mimesis irlandesa y proponer la elección de una asamblea autónoma de la que saliera un Gobierno "consociacional", formado por consejeros de todos los partidos según el porcentaje de votos obtenidos. Si podemos forzar la historia y el presente para hacer del Ulster el modelo de Euskadi, ¿por qué no copiar el original en todo y, tras el fin de la "lucha armada", dar paso a un Gobierno en el que Iturgaiz estreche sonriente la mano de Otegi? ¿De verdad merece la pena cometer un bárbaro atentado para conseguir una foto que todo el mundo estaría dispuesto a regalar gratis a los vascos?
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