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Cientos de muertos y 7.000 desaparecidos en la peor tragedia de Venezuela en 50 años

Juan Jesús Aznárez

ENVIADO ESPECIALLa gravedad de las inundaciones registradas en Venezuela recuerda, a gran escala, la salida de madre del Guaire el 4 de septiembre de 1949, que anegó más de 30 kilómetros y cruzó Caracas arrasando todo a su paso, incluidos los establos de purasangres del hipódromo de El Paraíso. Venezuela decretó ayer el estado de alerta nacional para afrontar la tragedia más dañina de los últimos 50 años: más de 7.000 desaparecidos y probablemente cientos de muertos y pérdidas multimillonarias. Más de 100.000 personas han perdido casas y bienes.

Es un cálculo aproximado, porque la cuantificación precisa de los daños causados por el desastre es todavía imposible, dada su magnitud. Dos presas se vinieron abajo. "No hay manera de calcular cuántas personas fallecidas hay mientras no podamos acceder a la zona de la tragedia", declaró Ángel Rangel, director de Defensa Civil. "Mientras esto no se determine, cualquier cosa que digamos es un invento". Las operaciones de rescate son masivas y a veces desorganizadas. "Existe incompetencia y desconocimiento total sobre desastres, tanto en el ámbito del Estado como de la población", sostiene el médico Luis Oswaldo Báez, miembro de la Oficina de Coordinación y Asesoramiento de la ONU para Casos de Desastre.Miles de voluntarios en las calles, las tres armas, la militarizada Guardia Nacional, estudiantes de medicina o enfermería y todas las organizaciones sociales disponibles participan en la cruzada contra las secuelas del fenómeno meteorológico que se abatió sobre el país. Una zona de baja presión atmosférica atrajo vientos cargados de humedad del Atlántico y el mar Caribe, que chocaron con las cadenas montañosas del litoral y se elevaron a continuación para descargar después precipitaciones de efectos catastróficos. Esa agrupación de nubes permanece estacionada sobre el norte venezolano, de punta a punta, y sus incesantes lluvias reblandecieron cerros y quebradas y rebasaron cauces. A velocidades de vértigo formaron torrenteras de lodo, desechos vegetales y rocas, que sepultaron las barriadas más precarias de Caracas.

Los Estados de Vargas, Falcón, Miranda, Yaracuy, Zulia y Distrito Federal sufren con especial severidad las consecuencias de los diluvios y derrumbes, que afectaron también a Anzoátegui, Nueva Esparta, Sucre, Aragua y Carabobo. No conocían los venezolanos calamidades de esta envergadura. "Fue horrible. Pensé que se acababa el mundo cuando llegaron las aguas con esos rugidos", declaraba una víctima.

El presidente Hugo Chávez, en traje militar de campaña, compareció en la noche del jueves por televisión para convocar a la activa movilización de sus 22 millones de compatriotas. Pidió a los habitantes de las lomas más amenazadas que las abandonaran y agradeció, y aceptó, la solidaridad internacional; entre ellas, la cursada telefónicamente por el presidente José María Aznar.

España, a través de la Cruz Roja, ayudará con 85 millones de pesetas y el Gobierno español entregará 87 millones de dólares en créditos anticipados. De los 350.000 españoles-venezolanos, 300.000, mayoritariamente nacidos en Canarias y Galicia, pertenecen a la clase media baja y 11.000 son pobres de solemnidad. Muchos viven en los cerros. "Me temo que haya algún muerto entre ellos", dijeron fuentes consulares.

"Padre Santo, que deje de llover", pidió Chávez mirando al cielo. Llovió a cántaros. Cientos de corrientes de lodo y desechos vegetales sobrepasaron sus cauces naturales, cortaron autopistas y puentes, cerraron aeropuertos y transformaron Caracas en un depósito de fango y desolación. Varios de sus polideportivos son improvisados lazaretos. Las playas del litoral parecen desordenados aserraderos, y los caudales embravecidos barrieron el puerto de La Guaira, que concentra el 33% del tráfico de mercancías de Venezuela.

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Flotas de contenedores almacenados al aire libre o en sus barracones fueron empujadas hacia el mar y navegaban a la deriva. Partidas de saqueadores encaramados con ganzúas y palancas sobre los más cercanos debieron ser ahuyentados a tiros. Chávez despachó patrullas policiales y militares contra quienes asaltaban comercios o puestos. Automovilistas atrapados en carreteras cortadas por las avalanchas se armaron con machetes y hierros porque el hampa acechaba en colinas próximas. La División contra la Delincuencia Organizada perdió los archivos, y debajo del puente de la avenida de México, en Caracas, siete coches patrulla yacían patas arriba, entre troncos y aguas sucias. Sus ruedas tentaron a varios. "Provoca quitárselas pa venderlas".

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