Qué asco
Desde el principio me dije que no podía ser ministro (va por Rafael Arias-Salgado) alguien cuyo padre había impedido a las españolas ver (en fotografía) a Tyrone Power en bañador porque, según él, semejante visión estimulaba (y daba cifras y porcentajes para reforzar su argumentación) la masturbación femenina. Si eso era de puertas afuera, imaginen cómo tendría a los vástagos en casa. Con una educación semejante, no es extraño que algunos acaben en el PP, e incluso de ministros. Y en el ramo que más puede fastidiar al respetable. Es decir, redondeando la obra paterna: mandando a los ciudadanos al limbo de las esperas en aeropuerto, en donde tan difícil resulta masturbarse, más que nada por lo incómodos que son los asientos.Por si fuera poco, al prócer del fermento del Fomento (tan apoyado por Pujol: los convergentes e incluso catalanes que utilizan el puente aéreo deberían tenerlo en cuenta) no se le ocurre otra cosa que insertar pornografía publicitaria en los periódicos, contándonos una paraguaya virtual acerca de lo bien que funcionan los aeropuertos (sustantivo que lleva camino de convertirse en adjetivo: "¡Asqueroso! ¡Aeropuerto!". "¡Y tú más!"), y cómo contribuyen al bien común. No necesito ser Hamlet para decirle al ministro lo que el príncipe le recomendó a Ofelia cuando se puso pesada: "Cariño, vete a un convento".
Y luego está el caso Lasa y Zabala, que en paz descansen, y lo digo con toda seriedad, porque su sufrimiento, que es lo que no debemos olvidar estos días, debió de ser espantoso, atroz, inhumano, insoportable. Pues bien, miren qué espectáculo están dando los procesados: el uno, sedado, deprimido y en calzoncillos; el otro, clamando que si se enteró de las muertes por el diario y por su señora; y que si lo que hubo por en medio fue un lío de faldas y mucho rencor.
Se atreven, ciertos hombres, a decir que las mujeres somos cotillas y liantes, quejicas y miedosas. Pero mírenles a ellos, mírenles bien. Ministros que echan balones fuera y se anuncian como si fueran Myrurgia en vena. Supuestos samuráis del orden, que se nos desmayan cuando les toca responder por lo que hicieron, o defenderse seriamente, si es que no lo hicieron.
Nenazas, que son unas nenazas.
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