Schröder aprovecha el escándalo de Kohl para consolidar su liderazgo socialdemócrata
Gerhard Schröder se ganó ayer el apoyo rotundo del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) al ser reelegido como presidente con los votos de un 86,3% de los delegados del congreso del SPD que se celebra en Berlín. Desde este foro, el canciller federal lanzó ayer un ataque sin precedentes contra Helmut Kohl, su antecesor al frente del Gobierno, y la Unión Democristiana (CDU), a los que acusó de haber llevado al Estado "al borde de la bancarrota". Schröder opinó que la socialdemocracia alemana vuelve a ser imprescindible para realizar las reformas necesarias en la sociedad.
Y esto es así después de que "la otra Alemania se haya dedicado más a administrar que a gobernar". Schröder se refería al Gobierno de coalición dirigido por Kohl, cuyas dificultades a causa de las cuentas clandestinas de la CDU están ayudando al SPD a salir de la crisis y a actuar con mayor confianza en el futuro. "Al final de su época de Gobierno llevaron el Estado al borde de la bancarrota y lo único que han saneado han sido las cajas de su partido", dijo el canciller, refiriéndose a la CDU. Los aplausos corearon sus palabras."¿Cómo entiende el Estado Helmut Kohl cuando dice que las reglas formales, es decir, las leyes que él mismo ha decidido, le importan menos que las amistades personales? Dicho claramente, esto significa que no le importa el cumplimiento de las leyes. Le importa más el compadreo personal", fustigó Schröder. "¿Cómo entiende el Estado un hombre que, después de haber llegado al poder, anunció con grandeza que con su Gobierno se producía el cambio espiritual y moral?", siguió fustigando Schröder. "Alemania no se merecía esto", sentenció. Con la vista puesta en las elecciones de Schleswig-Holstein, que son clave para el futuro del SPD, Schröder lanzó una sombra de sospecha sobre Volker Rühe, el ex ministro de Defensa y ex secretario general de la CDU, que es el candidato cabeza de fila de este partido en los comicios en aquella región. El canciller dio a entender que no cree en la sinceridad de Rühe, quien ha dicho no saber nada de las cuentas paralelas de la CDU.
El aprovechamiento de los apuros de la CDU en beneficio propio se repitió en otras intervenciones. Ante la posibilidad de que se propague el escándalo de las cuentas paralelas y las irregularidades en la financiación de los partidos, la tesorera del SPD, Inge Wettig-Danielmeier, aseguró al medio millar de delegados que su partido no tiene ni política mafiosa de transferencias, ni maletas negras, ni cuentas paralelas, ni un sistema que permita una actuación personal del tesorero. La tesorera dio exhaustivas explicaciones del estado de las cuentas y afirmó que la casa de Willy Brandt de Berlín (la sede del SPD) está todavía hipotecada, porque el SPD hipotecó bienes inmuebles para financiar las elecciones.
Espléndido resultado
El resultado obtenido por Schröder es mucho mejor de lo que él mismo había esperado, según confesó el canciller, tras escuchar con la respiración contenida cómo se leía el resultado de las votaciones al puesto para el cual él era el único candidato. De un total de 502 votos válidos, 433 eran a su favor, 11 fueron abstenciones y 58 fueron en contra. El espléndido resultado del 86,3% supone más de 10 puntos respecto al resultado del pasado 12 de abril, cuando Schröder obtuvo un 76%.
"Me esforzaré", dijo radiante, pero lacónico, el canciller. Antes, Schröder había pronunciado un discurso de más de una hora que recibió cuatro minutos de aplausos. El discurso estaba bien estructurado y respondía a los gustos e intereses de los camaradas socialdemócratas, pero carecía de pasión y chispa. El canciller pasó revista a los logros sociales del Gobierno, tales como el aumento de las prestaciones de ayuda familiar, aumento de los préstamos a estudiantes, fórmula de compensación a los trabajadores de la construcción en jornadas de mal tiempo, creación de puestos de trabajo y formación profesional para 200.000 jóvenes con el programa de futuro y reforma del derecho de ciudadanía. Schröder se refirió a la salvación de la empresa de construcción Holzmann y puntualizó que su intervención no se debía a causas ideológicas, sino a su preocupación por las personas que trabajan en ese consorcio. Schröder defendió la obligación de la política a intervenir para evitar las crisis existenciales. El canciller insistió en que seguiría luchando por el nuevo centro, es decir, la clase media alemana, los intelectuales y los artesanos, de la misma manera que por los trabajadores.
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