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Grass llega a Estocolmo resignado a cumplir el protocolo del Nobel

El escritor alemán lee hoy el discurso ante la Academia

ENVIADO ESPECIAL Günter Grass, premio Nobel de Literatura, llegó ayer a Estocolmo para emprender un maratón de actos que le suponen ya de hecho la gloria literaria y una cifra muy considerable de dinero, pero también la semana más protocolaria de sus setenta años de vida. Fue el último de los galardonados de este año en llegar a Estocolmo, en lo que parece otra manifestación del miedo que le puede dar la pompa y solemnidad de estas celebraciones.

Nada más aterrizar en la capital sueca, que le recibía con una violenta tormenta de nieve, Grass declaraba que se alegraba mucho de que no le hubieran dado el Premio Nobel a los 35 años, cuando ya había concluido la llamada Trilogía báltica, integrada por El tambor de hojalata, Gato y Ratón y los Años perros, a juicio de los críticos, sus mejores obras. "Me habría pasado la vida bajo la presión de ser un galardonado con este premio y todo trabajo posterior habría sido mucho más difícil". A su edad, con los setenta ya cumplidos, Grass considera que puede adoptar mayor distancia a todos estos honores y ver el premio "con cierta ironía".Después de recibir el Premio Príncipe de Asturias en Oviedo y ahora, ante la ceremonia del Premio Nobel del próximo viernes, Grass parece, de hecho, divertido con la asiduidad a actos de la realeza europea que le ha impuesto su labor literaria en los últimos tiempos. Pero parece también resignado a mantener la disciplina necesaria para que estas ceremonias sean todo lo solemnes que sus organizadores desean. Por cortesía, posiblemente más que por convicción, se muestra decidido a asumir todos los sacrificios protocolarios, al menos en lo que a las formas se refiere.

Los comentarios de Grass, nada más ser galardonado, equiparando su Premio Nobel al "premio nobel alternativo" concedido a un socialdemócrata ecologista alemán, Hermann Scheer, pueden ser bien vistos por quienes comparten sus opiniones políticas, pero no por quienes tienen por deber mantener el prestigio del Nobel con mayúsculas como el premio más importante del mundo.

Formas y procedimientos

Ayer por la tarde le informaron, junto a los premios Nobel de Física, Gerardus"t Hooft y Martinus Veltman; de Química, Ahmed Zewail; de Medicina, Günter Globel, y de Economía, Robert Mundell, sobre las formas, tiempos, procedimientos y demás detalles de las diversas ceremonias que se le echan encima en estos días. La parte estrictamente oficial concluirá a última hora del viernes con la entrega de los Premios Nobel por parte del rey Carlos Gustavo de Suecia en el Palacio de Conciertos, seguida del banquete en el espectacular Salón Azul del Ayuntamiento de Estocolmo.

Los galardonados vieron ayer una película sobre ceremonias anteriores y no pudo sino sonreír ante el gesto, perversamente captado en las imágenes de la ceremonia de 1938, de la escritora Pearl S. Buck, que, una vez recibido el galardón, se retiró andando hacia atrás para no dar la espalda al rey de Suecia que se lo había entregado. Le emocionaron las imágenes de la entrega del Premio Nobel de la Paz, que se celebra en Oslo, a Willy Brandt, el político que Grass más cercano ha sentido siempre y al que él y otro galardonado con el Nobel de Literatura, Heinrich Böll, tanto ayudaron en su lucha política.

Hoy pronunciará Grass su discurso ante la Academia Sueca, en el que nadie cree que se limite a hablar de literatura. Si en el protocolo se muestra sumiso a las formas, es de esperar que en el fondo, en el sentido de su alocución, muestre todo su talante inconformista. Ayer recibió en Estocolmo mensajes de dos grandes escritores que ya recibieron este premio años antes y que le felicitaban calurosamente, pero también le anunciaban las consecuencias de este galardón. Saramago y García Márquez le advertían de que con esta semana de agobiante protocolo las esclavitudes de este premio no hacen sino empezar.

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