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El uso de la fuerza

El 20 y 21 de noviembre se ha celebrado en Madrid, y a juzgar por el silencio que mantuvieron los medios, de manera clandestina, una conferencia internacional, bajo el lema El intervencionismo contra el derecho internacional de Iraq a Yugoslavia organizada por una llamada Campaña estatal para el levantamiento de las sanciones a Iraq. La presencia como ponente de Riyadh al-Qaysi, viceministro de Asuntos Exteriores de Iraq, así como la de otros iraquíes, dejaba bien a las claras quienes eran, si no los verdaderos organizadores, al menos los que cubrían los gastos.Sea cual fuere la opinión que se tenga del régimen de Sadam Husein, y la mía no es en absoluto positiva, es un escándalo mayúsculo el que se mantenga un embargo que, fortaleciendo al régimen dictatorial, está teniendo altos costos para el pueblo iraquí. Según un informe de UNICEF, en los años noventa se ha duplicado la mortalidad de los niños menores de 5 años. Medio millón de niños han muerto, que en otras circunstancias habrían sobrevivido. Los expertos pronostican una hambruna, al no haberse podido importar la maquinaria necesaria para mantener las obras hidráulicas en funcionamiento. Sin que apenas llegue a la prensa, desde finales de 1998 las fuerzas aéreas americanas y británicas han bombardeado casi a diario, arrojando miles de cohetes, sin que con ello se haya logrado debilitar al régimen, pero sí castigar duramente al pueblo iraquí.

La presencia de una delegación cubana puso sobre el tapete el embargo norteamericano a Cuba, del que la opinión pública española tiene mayor información, y del que también se beneficia el dictador Castro, al servirle para justificar las penalidades por las que está pasando el pueblo cubano. En estas circunstancias fue del máximo interés el que renombrados juristas, como Roger Normand, de la Harvard Law School, se ocupase de Estados Unidos y el Consejo de Seguridad: responsabilidades en la violación del derecho internacional, o Hans Koechler, de la Universidad de Insbruck, hablase de Naciones Unidas y el uso de la fuerza. Sobre el ambiguo concepto de "intervención humanitaria." Después del golpe fortísimo que con la "intervención humanitaria" en Yugoslavia han recibido el derecho internacional y Naciones Unidas, si queremos construir un mundo en el que hayamos eliminado el empleo de la fuerza como un instrumento más de la política, lo que con un eufemismo se ha llamado "diplomacia coercitiva" el imperativo que se impone es tratar por todos los medios de fortalecerlos.

Si seguimos la amplísima literatura norteamericana sobre política exterior y recurso a la fuerza, encontraremos excelentes análisis sobre ventajas e inconvenientes de su uso, y en especial, sobre las condiciones que han de darse para que la amenaza o el empleo de la fuerza consiga sus objetivos. El punto de partida es siempre el shock de la guerra perdida en Vietnam, que ha hecho patente al mundo que, en determinadas condiciones, también Estados Unidos puede perder una guerra, y porque muestra, por otro lado, la fuente de su debilidad, que la opinión pública norteamericana se ponga en contra. Esta experiencia ha llevado a una conclusión: en las operaciones militares de Estados Unidos no deben producirse bajas. El pueblo norteamericano no está dispuesto a enterrar a sus compatriotas por objetivos que casi nunca comprende.

La gran paradoja, que a muchos les cuesta reconocer, es que, siendo hoy EEUU la única superpotencia que puede recurrir a la fuerza fuera de sus fronteras, a ellos debamos la formulación de los principios básicos de la convivencia internacional, seguridad colectiva, arbitraje de los conflictos entre naciones, diplomacia transparente, que el presidente Wilson impuso en 1919 en la Conferencia de Paz de París, principios que luego se plasmaron en la Liga de las Naciones, en la que EEUU, que la había concebido, no llegó a entrar. Principios que por iniciativa norteamericana retoma la Carta de las Naciones Unidas: mantenimiento de la paz y seguridad, desarrollo de relaciones amistosas entre las naciones, basadas en los principios de derechos iguales y autodeterminación de los pueblos, promocionar la cooperación internacional para resolver los problemas económicos, sociales, culturales y humanitarios, junto con la prohibición de la amenaza y uso de la fuerza para resolver los conflictos. En un momento en que la política internacional se caracteriza por la contradicción entre la política de potencia imperial que EEUU practica y la conciencia liberal norteamericana que ha colocado a los derechos humanos en el centro de la convivencia internacional, estos principios precisan más que nunca de nuestra adhesión.

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