Una respuesta justa a Trump
Hay que reconocer que, desde el comienzo de su Gobierno, Petro ha hablado de la urgencia en cambiar el enfoque que tiene la guerra contra el narcotráfico
Hay que reconocer que el presidente no está loco cuando sueña con la paz total, pero una cosa va del sueño que debería ser un motivo supremo para todos los colombianos y la inevitable realidad: esta nunca será posible mientras existan mafias. Y estas últimas no van a desaparecer mientras existan mercados ilegales. Así que la soñada paz total no se va a resolver con un proceso de paz negociado en términos políticos, sino que hay que acabar con la fuente que genera ingresos infinitos a aquellos que con la amenaza de las armas buscan controlar territorios y garantizar así la existencia del producto que les enriquece.
Un pragmático como Trump debería saberlo. Es más, seguro lo sabe. Y, sin embargo, a la hora de paralizar la ayuda a Colombia pareciera que su interés es darle más bríos a esas mafias que durante más de cuatro décadas han asolado al país, en lugar de ayudar a controlar, así sea un poco, a estos grupos que, por más que se vistan de las banderas de la política social o que agiten viejos manuales repletos de ideas comunistas caducas, no dejan de ser viles mafias que cuentan en algunos casos hasta con el respaldo de aparatos estatales completos.
¿Qué gana Estados Unidos congelando las ayudas que, así sea marginalmente, sirven para contener al narcotráfico? ¿Prestigio? ¿Respeto? Una cosa es que Trump quiera apostar por unos Estados Unidos autárquicos en donde todo lo que se consume sea de producción nacional, otra cosa es que, a pesar de su histórico papel de policía global, prefiera mirar hacia otro lado en lo concerniente a la producción del alcaloide cuyo combate ellos mismos han promovido. Lo primero puede tener algún asidero dentro de una idea alocada de reconfigurar el planeta para configurar un nuevo/viejo orden en el que no importen los demás, sino únicamente el propio país que se gobierna. Pero lo segundo, de tener sentido, debería conducir a que ese país deje de acosar a los demás por una guerra que es de su propia autoría.
Sin helicópteros para transportar efectivos de Policía y Ejército a las zonas donde los mafiosos mantienen el control, ganan los mafiosos y pierden los que piden que se acabe el narcotráfico. Sin ayudas para impulsar proyectos de sustitución de cultivos, ganan los mafiosos y pierden los que piden que se acabe el narcotráfico. Es como pedirle a alguien que cuide una finca ante posibles asaltos o invasiones, pero no darle nada para que pueda contener la llegada de unos delincuentes que esos sí estarán debidamente apertrechados. Es torpe, por no decir que absurdo, que desde los Estados Unidos insistan en resultados en la lucha contra el tráfico de cocaína si ellos no van a ayudar.
Por eso también hay que reconocer que, desde el comienzo de su Gobierno, Petro ha hablado de la urgencia en cambiar el enfoque que tiene la guerra contra el narcotráfico. Y ahora con la pataleta trumpista de retirar las ayudas tiene un argumento más para sacar adelante la nada fácil tarea de poner al mundo entero de acuerdo en que eso tiene que cambiar. ¿Acaso tiene sentido ayudar al acosador que va amenazando a todo aquel con el que se relaciona?
Si Estados Unidos quiere suspender sus ayudas, pues que lo hagan. Pero que sepan bien que toda acción tiene sus consecuencias y en el caso de la cocaína, que ha desangrado a Colombia por tantos años, si no hay recursos para combatirla, pues lo que toca hacer es acabar con el negocio rentable para unos pocos y convertirlo en negocio del que todos podamos sacar provecho.
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