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Mateo Gil lleva el enigma de un juego de 'rol' a la Semana Santa

Eduardo Noriega y Jordi Mollá interpretan 'Nadie conoce a nadie'

Elsa Fernández-Santos

"Mis personajes se inventan una guerra en la que caerse muertos. Hasta jugando al parchís se puede matar". Mateo Gil, de 27 años, estrena este viernes su primera película como director, Nadie conoce a nadie. Coguionista de Tesis y de Abre los ojos, dirigidas por Alejandro Amenábar, Gil apuesta sus fichas en un siniestro juego de rol que transcurre en plena Semana Santa sevillana. Eduardo Noriega y Jordi Mollá interpretan el filme, que ha costado 550 millones de pesetas y que se estrena con 190 copias en toda España.

Nadie conoce a nadie se presentó ayer en Madrid y Barcelona. En la capital fue a primera hora de la mañana y en Barcelona se convocó a los periodistas en el mismo aeropuerto de El Prat y a la hora de comer. El culpable de las prisas era el actor protagonista, Eduardo Noriega, que había llegado de madrugada de Argentina y que por la noche regresaba a Buenos Aires, donde rueda Plata quemada. "Tenía que estar aquí como fuera y sólo podía ser hoy", señaló el actor, que, con la cara cansada, señaló que Mateo Gil, Amenábar y él forman un núcleo creativo ("bueno, al menos yo lo siento así") del que se siente "orgulloso". "Para mí, Mateo no es un director novel, sino un amigo", añadió el actor."Claro que tengo miedo a las comparaciones", afirmó el director de Nadie conoce a nadie, que, bombardeado a preguntas sobre los puntos en común con su colega y amigo, añadió: "Aunque si me tienen que comparar con alguien prefiero que sea con Alejandro". Noriega aclaró: "Han compartido facultad, piso y trabajo, pero como directores no tienen nada que ver. Además, Mateo debuta con un thriller, pero su mundo tiene más que ver con otro tipo de cine, mientras que el género de Alejandro es claramente éste".

Nadie conoce a nadie (basada en la novela de Juan Bonilla) narra la historia de un joven escritor que se gana la vida haciendo crucigramas y que, elegido por unos descerebrados jugadores de rol, se ve envuelto en una perversa y sangrienta pesadilla nazarena. "La película", explica Mateo Gil, "tiene cierta contaminación de otros géneros, pero sin dejar de ser un thriller. En algunos momentos apunta al drama y creo que también tiene momentos de humor y de ironía". "Quiero creer", añadió, "que todos los directores, cuando acaban su película la odian. Creo que es inevitable, al menos así me siento yo ahora".

De espaldas a la sociedad

Nadie conoce a nadie es un encargo de Maestranza Films y de Sogetel al joven director, que sólo considera "como encargo" el argumento de la película. "Se ha trabajado durante tres años con este guión", afirmó ayer Antonio Pérez, uno de los productores, quien señaló que los juegos de rol son una práctica habitual entre los jóvenes -"según un estudio, un 20% de los estudiantes juega"-, mientras la mayoría de los adultos ignoran su existencia. "Los juegos de rol están de espaldas a la sociedad""Nunca me habían interesado los juegos de rol, pero me parecen en general muy creativos e imaginativos", afirma Mateo Gil. "Sólo he jugado una vez, antes del rodaje, y me lo pasé muy bien. Era sobre los mitos de Ktulhu y mi personaje era el típico malo; fue divertido. Un juego de rol es lo que siempre hemos hecho de niños, asumes un papel y ya está. Como siempre, todo depende de los jugadores. Y mis jugadores no están en sus cabales".

Según Jordi Mollá, los personajes no están en sus cabales, pero, además, "están aburridos, muy aburridos, y el aburrimiento es peligrosísimo". El actor, que, junto a Noriega, Natalia Verbeke y Paz Vega, encabeza el reparto, interpreta al compañero de piso de Eduardo Noriega, un andaluz de origen inglés que asiste "con su carácter simpático y paternal" al desmoronamiento de su compañero de casa. "Trabajé el acento con una profesora de dicción, quería un acento andaluz, pero no sevillano corralero". Mollá negó ayer que durante el rodaje de la película hubieran surgido tiranteces entre Noriega y él. "Yo soy muy frío durante los rodajes porque voy a trabajar. Soy un freelance, no pertenezco a ninguna familia del cine. Me gusta mantenerme al margen, y eso jamás me ha supuesto ningún problema. Me llama igual un director consagrado que un joven radical. Pero, además, quería que el enigma que rodea a mi personaje se mantuviera también fuera del plató y jugué con eso hasta el final".

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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