Poeta del misterio
Emilio Prados fue una criatura desasida, generosa, transparente. Hijo de una familia acomodada, pronto tuvo un sentido intuitivo y profundo de la justicia. Enfermo desde niño, fue colegial de la Institución Libre de Enseñanza, y luego, uno de los primeros alumnos de la Residencia de Estudiantes. En ella trabó una íntima, indeleble amistad con Federico García Lorca. Después de una estancia en Suiza para curarse y en Alemania para estudiar filosofía, volvió a España y se ancló en su Málaga nativa. Para entonces le preocupaba mucho la filosofía y estaba al tanto del movimiento surrealista. Inicial poeta juanramoniano y lorquiano, pronto adquirió una voz muy personal en dos grandes textos que permanecieron inéditos durante años, El misterio del agua y Cuerpo perseguido. Con Manuel Altolaguirre, se convirtió en el codirector de Litoral, la mejor revista del grupo del 27. Llegó luego la República; Prados se hizo socialista -independiente-, vivía con los pescadores, participaba en sus luchas, daba clases a los niños pobres.Figuró en la primera antología de Diego (1932); se negó a figurar en la segunda (1934). Junto a la poesía de filiación surrealista, escribió algunos de los primeros y más intensos poemas sociales en homenaje a la gente humilde con la que vivía. La guerra civil lo alineó con las fuerzas populares. Su canto recogió los temblores y dolores del conflicto. Vivió el exilio. Pasó días espantosos en Francia. Por fin, consiguió llegar a México. Allí sobrevivió en diversos puestos, entre ellos, el de profesor tutor en un colegio creado por los republicanos españoles.
Así, modestamente, viviría hasta el final de sus días,mientras crecía su mejor escritura: Jardín cerrado, Mínima muerte, Río natural... Escritura interiorizada, de abismos, metafísica, que da cuenta de una turbadora experiencia espiritual. Esta poesía se halla nutrida de misterio, de fulgores extrahumanos (o quizá, quién sabe, profundamente humanos). Su autor permaneció fíel en México a su bandera y a su destino de hombre limpio y bueno. La obra circuló mal entre nosotros y sólo una parte de ella se había publicado a su muerte, que llegó pronto, en abril de 1962, cuando acababa de cumplir 63 años. Prados era demasiado poco de este mundo para vivir mucho tiempo. Durante algún tiempo apenas si se difundió por España la antología que él mismo había preparado para Losada. En 1975-1976, Carlos Blanco Aguinaga, que había sido alumno suyo, y Antonio Carreira publicaban sus poesías completas en Aguilar de México, por razones obvias. Pero era una edición hecha para salvar el legado del poeta, que necesitaba de la necesaria revisión. Ahora, la editorial Visor, con el patrocinio de la Comunidad de Madrid (Prados vivió en Madrid años decisivos; eso basta para que se le considere madrileño) y del Ayuntamiento de Málaga, va a publicar la nueva edición revisada de esta poesía, que cada vez atrae más a la crítica, y que seguramente crecerá en estimación en los próximos años por su delicadeza, sus íntimos secretos, su voluntad de trascendencia humana, su en muchos momentos turbadora belleza.
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