Muñoz Molina explora "lo raro y lo fantástico" en una novela corta
'Carlota Fainberg' es un relato de sueños, hoteles y aeropuertos
A Antonio Muñoz Molina (Úbeda, 1956) no le gusta transitar por caminos trillados. El autor de El jinete polaco o Plenilunio, que alcanzó fama y reconocimiento cuando apenas tenía 30 años, no está dispuesto a insistir en fórmulas que haya probado antes. Tras haber escrito casi una veintena de novelas, ensayos y libros de artículos, Muñoz Molina se ha arriesgado ahora con Carlota Fainberg (Alfaguara), una novela corta, un género "donde la ambigüedad resulta más fácil, donde se puede explorar más lo fantástico y lo raro".
"Lector inveterado de novelas cortas, yo he disfrutado tanto inventando y escribiendo esta Carlota Fainberg que me ha dado algo de pena que se acabara tan pronto", cuenta Antonio Muñoz Molina a modo de proclama de las razones que le han llevado a escribir su último libro. Publicado originalmente en EL PAÍS en el año 1994 como un relato por entregas, aquella narración sólo le ha servido a Muñoz Molina de armazón de esta novela corta. "En un nuevo libro", comenta el autor, "siempre busco explorar un campo distinto. Existe un impulso a repetir una experiencia literaria cuando ha salido bien, pero a mí esa inercia me produce cansancio, necesito cambiar de géneros y de registros, aunque esa tendencia a veces desconcierte a los lectores o a los críticos. En una palabra, me gusta probar cosas nuevas".
Cuento y narración larga
Confiesa el escritor, rejuvenecido tras haberse afeitado un mostacho que era uno de sus rasgos más distintivos, que le seduce esa mezcla que se produce en la novela corta entre "la arquitectura y la unidad de tiempo de un cuento y la amplitud interior de una narración larga". "Soy un escritor", señala, "que tiende a la solidez, a las narraciones prolijas y elaboradas. He intentado que Carlota Fainberg esté igual de elaborada que Plenilunio, por ejemplo, pero que resulte más sintética".Novela de mujeres reales o soñadas, de hoteles decadentes en Buenos Aires y de aeropuertos gigantescos y asépticos como el de Pittsburg (EE UU), Antonio Muñoz Molina no está muy seguro de si los lugares generan la acción narrativa o más bien a la inversa. De cualquier modo, en Carlota Fainberg la relación entre los espacios y las tramas es muy estrecha. "Uno retrata los lugares que le impresionan por un motivo u otro. Ha sido el caso de esos aeropuertos norteamericanos de ciudades que no son Nueva York ni Los Ángeles, pero donde uno se siente perdido. Un recuerdo de fascinación, si bien de índole distinta, me llevó a situar parte de la acción en Buenos Aires, una capital maravillosa, repleta de lugares literarios y de evocaciones de escritores que me gustan como Borges. Tenía una deuda sentimental con Argentina por muchos motivos, entre ellos, que buena parte de la literatura que me atrae se ha escrito o se ha publicado en Buenos Aires".
Y entre un desangelado aeropuerto de Pittsburg, cerrado por el mal tiempo; un hotel romántico pero destartalado de Buenos Aires; un departamento universitario en Estados Unidos; y el recuerdo de una Carlota Fainberg de ensueño transcurre el pulso narrativo entre Claudio y Abengoa, dos españoles alejados durante largo tiempo de su país.
Dos modos de vivir fuera
"En la novela", manifiesta Muñoz Molina, "he confrontado dos maneras de estar fuera de España. Lo cierto es que los viajes al extranjero sirven para descubrir cosas del país de origen. Aquí en España vivimos cada vez más encerrados, al tiempo que estamos más ensimismados. Lejos de aquí, España desaparece, casi no existe o sólo es conocida a partir de unos cuantos tópicos. Los españoles en el extranjero dicen mucho sobre nosotros mismos porque estamos acostumbrados a identificar el cosmopolitismo con los intelectuales, pero hoy en día viaja todo el mundo: los jubilados, los estudiantes o los agentes comerciales".A través de un relato salpicado de expresiones y de frases en inglés en una especie de spanglish -"aquellos que viven mucho tiempo fuera de España acaban perdiendo parte de su lengua"-, de una constante ambigüedad entre lo vivido y lo imaginado, y de toques de humor que surgen de la relación entre dos personajes muy distintos, Antonio Muñoz Molina pone en escena dos maneras de ser y dos modos de narrar. "Tanto Claudio, un profesor de literatura, como Abengoa, un ejecutivo de una gran empresa dedicada a comprar hoteles, son españoles, pero responden a tipos universales. Hay gente que siempre se integra, allá donde va, y funciona como un tanque y, en cambio, otras personas adoptan una actitud apocada y miedosa ante las situaciones nuevas".
Babelia
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