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Tribuna
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El miedo a saltar

Una máxima del gremio de los mediadores en conflictos, al que pertenece el ex senador estadounidense George Mitchell, dice que el éxito de un proceso de paz depende muchas veces de que se siga el procedimiento adecuado, pero que el método no puede suplir la falta de voluntad de las partes implicadas. El método de Mitchell en estos meses ha consistido en forzar la voluntad de unionistas y republicanos y quebrar sus reticencias mediante el procedimiento de mostrar a sus líderes el abismo que se abría bajo sus pies.La postura de David Trimble de condicionar la entrada del Sinn Fein en el Gobierno del Ulster a un compromiso del IRA de entrega de las armas, como la de Gerry Adams al oponerse a ello, respondían, sin duda, a los inestables equilibrios existentes en sus comunidades. Pero se debían, sobre todo, al vértigo, al miedo a saltar hacia lo desconocido, que en Irlanda del Norte es la "colaboración entre unionistas y nacionalistas", como proclama la declaración del Partido Unionista del Ulster. La habilidad de Mitchell ha consistido en desactivar el veto unionista a cambio de que el movimiento republicano rompa con la ficticia dualidad de sus brazos político y militar y ponga sobre el papel su rechazo al "uso o a la amenaza de fuerza". Que el IRA conceda expresamente al Sinn Fein su representación ("el liderazgo") en el proceso político y acepte enviar un representante a la comisión internacional de desarme supone un paso trascendental. Clarifica el papel y la responsabilidad de cada cual e impide la esquizofrenia que mantenían hasta ahora los republicanos. A su vez, el Partido Unionista acepta cogobernar con los nacionalistas sin esperar a una primera entrega de armas y admite expresamente el derecho de éstos a luchar "democráticamente" por una Irlanda unida.

Más información
El IRA acepta negociar el desarme

No puede asegurarse que tras los pasos de esta semana el camino iniciado con el Acuerdo de Viernes Santo queda definitivamente encarrilado; la paz todavía sigue teniendo en ambos bandos adversarios poderosos. Sin embargo, el proceso ha salido de las aguas estancadas y llenas de arrecifes en las que entró en el último año. El reto de gobernar juntos al servicio de todos los irlandeses del norte -sean católicos o protestantes, unionistas o republicanos- significa una experiencia inédita que puede acelerar la gran tarea pendiente en el Ulster, el reconocimiento mutuo de las dos comunidades. Al fin y al cabo, esto es lo que representa el Acuerdo de Viernes Santo: convencerse de que el futuro de la provincia pasa, como ha admitido el Sinn Fein, por "trabajar con y no contra" los otros norirlandeses.

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