INNOVACIÓN PEDAGÓGICA Resucitar la mano de Cervantes
"El Quijote se creía que era un guerrero", explica José Luis. "Sí, y entonces veía a las ovejas como soldados", añade Antonio. "Y se creía que los molinos eran monstruos con palos en las manos", completa Rocío. "Y estaba enamorado de Dulcinea, y la veía cantando", dice Laura. Manuel Peláez, su profesor, rebosa orgullo. "Tiene mérito que se acuerden, porque lo leyeron hace ya un año". Pero es que no fue una lectura cualquiera. También escribieron, y dibujaron, y se metieron dentro de la historia. Fueron los primeros en participar en esta experiencia, que partió del colegio público Miguel de Cervantes, de Marbella, y que ha conseguido que cientos de personas de toda España se acerquen a El Quijote de una manera nueva.Ha sido como una cuestación gigantesca. "El año pasado", cuenta Peláez, "los profesores habíamos terminado de arreglar la biblioteca del centro, porque las estanterías se estaban cayendo de viejas, y para celebrarlo se nos ocurrió festejar el Día del Libro del año 2000 reproduciendo El Quijote a mano". Así que empezaron por los niños, y siguieron por los padres y los maestros. Pero la historia se les fue de las manos, y, gracias al correo, el número de escribientes se multiplicó, y se sumaron también ilustradores. Artistas, políticos, científicos, gentes de todos los oficios, han hecho su aportación.
Volvamos al principio. Cada clase escribió un capítulo. Y los más pequeños, los de cuatro y cinco años, que aún no sabían, hicieron unos dibujos muy expresivos, que sus profesores acompañaron de notas explicativas. Los demás se esmeraron en la caligrafía y aprovecharon los márgenes para las ilustraciones. Y también hubo quien centró todos sus esfuerzos en la parte plástica del asunto. Así, hay una colección de 126 láminas que sirven de inicio a cada capítulo.
El reino de la variedad
En este Quijote, como corresponde al fin de siglo, reina la variedad. En lo que toca a los textos, se ven letras, renglones y tintas de todas las clases. Hay autores ordenaditos, que dibujan primero líneas paralelas a lápiz para que les sirvan de guía; los hay artísticos, de trazo grande y diseño despreocupado; algunos incluso escribieron con el folio al revés. En cuanto a las ilustraciones, la diversidad es aún mayor. Se encuentran todas las técnicas posibles, y algunas aparentemente imposibles: óleo, acuarela, cera, lápiz, carboncillo, sanguina, grabados, esmaltes, dorados, láminas finísimas de cerámica... hasta pintura sobre seda.
A la idea original de Manuel Peláez se sumó con entusiasmo el equipo directivo del colegio. Y también el inspector de la zona, Carlos Espinosa, que se lo tomó todo muy en serio. En sus vacaciones recorrió el Camino de Santiago, y aprovechó para pedir contribuciones a sus compañeros de peregrinación, a los habitantes de los monasterios de la ruta (Santo Domingo de Silos, Las Huelgas), y a los pobladores de Vivar, el lugar de origen del Cid Campeador. Espinosa, envalentonado, está dispuesto "a ir a por el Guinness". Y es el responsable de que se incluyan textos copiados por internos de la prisión de Alhaurín y por indigentes. "Porque tiene que estar representada toda la sociedad, sin excepciones".
Mientras siguen llegando colaboraciones de Madrid, Valencia o el País Vasco, mientras las hojas del libro se amontonan cuidadosamente en las carpetas correspondientes, la versión más genuinamente marbellí avanza despacio. La biblioteca del centro está abierta los martes por la tarde, de 16.00 a 18.00 horas, para que los padres de los alumnos vayan a escribir su pedacito. Por ahora, El Quijote es un manojo enorme de folios de gran tamaño, pero se convertirá en dos tomos "de al menos una cuarta de ancho", según los cálculos de Peláez, que se encuadernarán con pastas rígidas. Peláez cavila: "Habrá que ver la portada". ¿Y qué destino se dará a los libros?
Primero querían colocarlos en la biblioteca del centro, sobre un atril, pero ahora han pensado hacer exposiciones y una edición facsímil. Les han dicho que 100 ejemplares costarían otros tantos millones. Pero lo que no tiene precio es el resultado pedagógico de esta experiencia. Peláez lo resume así: "Sirvió para interesar a los alumnos, para que conociesen a Cervantes y al Quijote; los míos, los de 4º curso, cuidaron mucho la letra y la ortografía, buscaron las palabras desconocidas en el diccionario, y dibujaron mucho también".
El capítulo nueve
Y ahora, a modo de testimonio, intervienen los escribientes y el ilustrador del capítulo nueve de la primera parte. Los escribientes fueron 11 diputados del Parlamento de Andalucía, comandados por Javier Torres Vela, su presidente. "Me escribieron desde el colegio pidiéndome que participase. Yo se lo propuse a los parlamentarios, porque me pareció una iniciativa muy simpática sobre la obra cumbre de la lengua castellana. Y me recordó mi propio acercamiento a El Quijote en el instituto, en Cazorla (Jaén). Un día a la semana uno de nosotros leía en voz alta un párrafo largo, y los demás escuchaban".
La lámina que da paso al texto es obra de Paco Aguilar, que ha ganado recientemente el primer premio en el certamen internacional de grabado Máximo Ramos. "Yo adapté un grabado que ya había hecho, titulado Caballero, a este capítulo. Vi el tipo de papel que había que usar, e hice un collage usando como base la imagen del grabado; utilicé distintos materiales, como papeles de colores y una tinta color azul intenso".
Los responsables del capítulo nueve encuentran el proyecto "interesante y original", y ven muy clara su finalidad educativa. Ahora sólo falta esperar al 23 de abril para celebrar al ingenioso hidalgo, a su fiel escudero, al arte y a la gracia. Así se resucita la mano de Cervantes.
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